Sólo había que ser pacientes. Un reciente estudio conjunto entre la Naurujen Yliopisto de Helsinki y el Österreichisch-Ungarisches Institut für Höhere Verschwörungstheorien de Pressburg ha revelado, sin pizca de duda, que la forma de la tierra corresponde a un paraboloide hiperbólico.
Desde la antigüedad se han inventariado sospechas sobre este hallazgo, pero siempre han sido duramente acalladas por el poder de cada época, especialmente, por los de orden religioso. Y a este estudio casi le pasa lo mismo. El preprint fue subido a los servidores de la Cornellius University el pasado primero de abril por la noche. Tres minutos después, el servicio sufrió un ataque DoS desde multiples localizaciones distribuidas por todo el mundo que le dejaron fuera de línea. Al recuperarse del ataque, el preprint había desaparecido. Pero fue tiempo suficiente para que algunos usuarios se hicieran con una copia que desde entonces ha estado circulando por los foros afines.
El problema de estos descubrimientos excepcionales es que lo cambian todo muy rápidamente, y las sociedades no están preparadas para ello. Su repercusión es inconmensurable, en especial, por los efectos que entraña en la confirmación de otras teorías, como la de cuerdas, que intentan explicar el universo o la existencia de la materia oscura.
De repente, las concepción absurda de la esferidad de la tierra que desde hace quinientos años ha recibido un tratamiento compatible con el dogma religioso se derrumba. Ya no habrá que encongerse de hombros ante la ridícula imagen de los australianos viviendo cabeza abajo o el carpicho de las sombras en el polo norte.
Lo bello de la ciencia es su capacidad para imponerse siempre y desde dentro. De ser respetuosa con sus propias evidencias y aceptar la realidad cuando ha llegado el momento de cambiar. Desde su aparición, el esudio ha monopolizado las reuniones de los grupos internacionales del poder, como el El Club Bilderberg o Bohemian Grove y lo hará igualmente el próximo febrero en Davos.
Los efectos prácticos en nuestra vida cotidiana no se harán esperar. Preocupaciones como el cambio climático y las energías fósiles podrían desaparecer de un plumazo, simplemente con armonizar la ciencia a la forma real de la tierra. Otros aspectos ya han sido explicados en los círculos científicos que han estado analizando el estudio. El fundamental trata de la configuración del equilibrio planetario.
Al tratarse de un paraboloide hiperbólico, su equilibrio estructural depende de la correlación de fuerzas presentes en un conjunto de cuerdas infinitesimales que son tiradas desde sus aristas generativas por ciento cuarenta y cuatro mil caballos de raza Shire. Es fascinante. De hecho, se han podido correlar los terremotos más debastadores del siglo veinte con los estornudos equinos, momentos decisivos en los cuales la descompensación de la tensión es físicamente inevitable. Todo ello compatible con las predicciones de la teoría de cuerdas. Sobre el origen de la matería oscura, pues, debo admitir que sigue siendo un misterio, pero el camino que abre la nueva forma de la tierra tiende a relacionarla con el metano de las flatulencias de los caballos.
Lo sé. Hay muchos intereses económicos en mantener la impostura de la esferidad de la tierra, no soy ingenuo. Pero este descubrimiento es otra cosa, es de otra índole, os lo aseguro, he leído el preprint… sólo habrá que ser pacientes.