Escribir hoy es lo más parecido a tener un programa de radio de esos de madrugada, pero no importa. Escribo sólo para cumplir con el ritual de desear algo. Desear – en el sentido de anhelar – que acontezca un incremento de la solidaridad, en general.
Para mi fue una sorpresa encontrar que el DRAE define solidaridad, como una «adhesión circunstancial» a la causa o a la empresa de otros (las comillas son mias) y la sorpresa es por lo de circunstancial. Apostaba a que la solidaridad era un sentimiento de continuo, constante, que podía ser reclamado como la buena educación, pero no es así. Al parecer siempre necesita de algunas descargas mediáticas y ambientes propicios para ser activado, con lo cual, ahora entiendo por qué las campañas de las ONGs, a nivel mundial, se centran en estas fechas y se entremezclan con los anuncios de perfumes.
Nada, que ese es mi deseo, que el adjetivo circunstancial pueda ser flexibilizado en lo posible, y que no sólo las grandes catástrofes despierten ese noble sentimiento. Hay catástrofes anónimas, y menos divulgadas, que se entregan por goteo, con las que se podría ser solidario, sobre todo, esas que hierven dentro de personas de nuestro entorno más próximo.
Hay gente que sólo necesita un abrazo, un oído, o una sonrisa solidaria para quedarse con el mismo efecto liberador, y de descongestión nasal, que sólo se alcanza después de llorar.
Muchas gracias queridos oyentes por su sintonía, y que la pasen bonito.