Una de las frases que más me incomoda encontrar en cualquier reportaje, nota de prensa, libro, revista y hasta tele venta trasnochada, es esa de “estudios o investigaciones” han demostrado que tal o cual cosa es cierta. Hay muchas variantes de lo mismo, como la célebre “científicamente comprobado”.
Estas frases no son más que un llamado a un acto de fe, un intento por tratar de dotar a lo dicho, de un aura de seriedad y credibilidad que por si solo probablemente no tendría.
Obviamente, no ha de confundirse esto con aquellos que hacen referencia expresa al estudio en cuestión. De hecho, hay algunas frases con las que se puede ser benevolente y hasta propiciar su uso, como cuando indican que “expertos recomiendan” o los “entendidos en el tema aseguran que…” pero es que la de los estudios a secas me resulta inaceptable.
Con ese argumento intentan que todo cuele: cursos de inglés donde aprendes sin estudiar, un aparato para adelgazar con sólo 3 minutos al día, la inocuidad de alguna medicina alternativa, la posesión de armas peligrosas por parte de algún tirano babilonio, etc.
Ciertamente no sé de dónde viene la manía de utilizar dicha frase, pero cuando realmente te pones a investigar sobre un tema y te encuentras con ella, y tratas de dar con los citados estudios, te topas con la versión documental de que aquello me lo dijo una prima que tiene un amigo que es cuñado de la señora que saca a pasear al perro de la esposa del científico que trabajó de auxiliar de algún gurú del asunto y lo dejó plasmado en sus memorias.
Como ven hay cosas que no cambian, ya que no hay mucha diferencia entre esto y el charlatán que iba por los pueblos del Caribe vendiendo el elixir de la juventud y la cura definitiva contra el mal de ojo… sobre todo cuando estudios científicos han demostrado que el mal de ojo sólo se cura rezándolo. 😉
Me ha encantado este artículo, que me remite (siempre yo con mi egocentrismo) a esos meses en los que me hacía llamar ‘Aceite de Culebra, recordando a esos curanderos que iban de pueblo en pueblo
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El problema de esas frases pre fabricadas que se han usado hasta el cansancio en la prensa, televisión y otros medios de comunicación, es un mal que yo relaciono directamente con el pésimo vocabulario de los alumnos de comunicación social y de los periodistas noveles (y no hablo basándome en un estudio global, sino por mi experiencia en el caso Venezuela)
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A mí lo que me gustaría hacer, es afirmar científicamente que todos los que apelan a cualesquiera de esas frases-dogma, sin ofrecer el debido soporte de consulta, lo que tienen es lo que podríamos llamar, una cultura de «Reader’s Digest»… por ser cortés con ellos, pobres!
Apelar al tipo de frases que menciona el artículo, pone de manifiesto ( a mi modo de ver) la necesidad de dar un viso de seriedad investigativa a cualquier gansada que se nos ocurra, con la esperanza de que a ninguna mente razonablemente curiosa se le ocurra la desdichada idea de preguntar lo obvio ¿Fuente, referencia, soporte, ahhhhh?????
Claro está, con un cerebro 0 kilómetros no se hacen preguntas de este tipo, y con ello cuentan los «afirmantes científicos» de oficio.
El vicio de acuñar frases de este tenor revela – científicamente por supuesto- una suerte de auto-complacencia ( o será acaso ignorancia inconsciente?) de quien posee información fragmentada de temas que alguien supuso que si la gente lee en cinco páginas una versión resumida e interpretada de la Divina Comedia, se podrá comprobar científicamente que es menos analfabeta que los que nisiquiera saben que la Divina Comedia no es el nombre artístico de una vedette de cabaret con aspiraciones de estrella.
Demostrandum est! Magister dixit
Desde las alturas no demostradas científicamente – gracias a Dios – reciban mis amados mortales mi bendición y profunda sapiencia.
Palas Atenea