Huyo del peligro de escuchar la voz de un escritor. Lo digo en sentido literal: la voz con la que habla. Ésta suele ser muy fea, y me parece que mientras más me gusta como escribe, más fea es su voz. Eso también es aplicable a su forma de leer, sobre todo cuando leen su propia obra. Desde mi punto de vista es una escena desafortunada, a la que se ven sobre todo expuestos los poetas. Es que parecen que leen como si fuera el Salmo Responsorial.
En momentos de debilidad he escuchado la voz de Pablo Neruda leyendo sus poemas y de verdad que no era la voz que mi mente le había adjudicado a su sensibilidad. Doy gracias a la providencia además, por haber escuchado al Gabo cuando la voz, entonación y forma de leer que me había inventado para él se había esculpido en mi cerebro. El amor en los tiempos del cólera sería para mi cualquier cosa menos su mejor novela, si le hubiese escuchado antes.
Y es que la gran ventaja que tiene el leer, es que las obras están inmunizadas contra la especificidad imaginativa del autor. Él podrá describir con pelos y señales un personaje, pero es el lector el que pone imagen y voz y eso es magia. Podrá tener una prosa provocativa, pero es el lector el que pare los sonidos y dramatiza las oraciones. En mi opinión, radica allí la esencia del disfrutar de la lectura, hay que ser medio actor para interpretar los guiones de las novelas y las sensaciones de los poemas y eso no pasa con casi ninguna otra forma de expresión.
Con esto de la imaginación me he llevado sorpresas, sobre todo cuando se lleva al cine una novela. Por ejemplo: Conocí a Gollum cuando leí El Hobbit de Tolkien, y aunque el personaje está muy bien logrado técnicamente, no se parece en nada a mi personaje a medida.
Obviamente, nuestra voz tampoco es que sea una maravilla y casi siempre la negamos tres veces cuando la escuchamos grabada, pero tampoco es esa la voz interior con que leemos, es otra, una invención de la mente humana, o al menos es eso lo que me pasa a mi y de repente estoy aquí como un necio alardeando de fabricador de voces.
y lo mismo ocurre con las bitácoras, añado yo… para mi, todos los miembros de la ‘blogósfera’ tienen acento neutro…
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es cierto, muy cierto lo que dices, detesto por ejemplo la voz de Vargas Llosa… la de Kafka, es tan dolorosa y extraña, la de Camus… prefiero no escucharla, aunque sé que si estoy frente a alguna grabación suya sucumbiré a la tentación y lo escucharé, para acercarme más a su ser físico, aunque esto me decepcione
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yo hablo como una niña, es muy absurda mi voz, dicho por todos los que me conocen…
y q tal benedetti?