En el Caribe provincial existen todavía muchas radios que emiten en amplitud modula (AM). Todas ellas tienen una forma muy peculiar de hacer la radio, y se soportan en un estilo de estrecha participación con sus oyentes. Permítanme hacer esta nota en tiempo pasado, aunque mucho sea presente, es sólo para aceitar la memoria.
La manera de ser de estas emisoras caló tanto en la sociedad, que aún finalizando el siglo XX, sus anuncios de identificación de planta mantenían un tono pomposo, donde un locutor de voz grave y circunspecta, justo después de hacer sonar unas campanadas como las del Big Ben, decía más o menos: “Esta es Ecos del Torbes, su emisora predilecta. Transmitiendo en la frecuencia de 780 kilohertz y 50.000 vatios efectivos en antena. Desde San Cristóbal, Venezuela, patria de el Libertador.”
Estas radios ofrecían todo un mundo de servicios sociales, empezando por dar la hora continuamente, – aún cuando casi todo el mundo usaba reloj – y mantener a la sociedad informada de los acontecimientos noticiosos. Ellas despertaron a varias generaciones, muy temprano en la mañana, a golpe de marimba entre noticia y noticia.
Casi todas tenían secciones llamadas de servicio público, algo como los SMS, pero en Broadcast, que permitían a los ciudadanos enviar mensajes cortos y de importancia a familiares y amigos distantes, por ejemplo: “Se le participa a José Gómez, en la hacienda trapichito, que debe ir a buscar a los nuevos peones a la parada del autobús el próximo sábado a las 7AM. Comunicación que hace Don Juan.” Otros muy comunes eran los que anunciaban la pérdida de objetos o documentos en las inmediaciones de tal sitio, y que se ofrecía gratificación al devolverlos a “esta emisora“. Imaginen, las emisoras incluso eran receptores de objetos perdidos. Pero los que más me gustaban, eran aquellos anuncios que permitían denunciar ante “los organismos competentes” que los vecinos de tal zona llevaban varios días sin agua, o que el hampa los tenía locos.
El no va más de estos mensajes, – que en este caso no eran gratuitos – eran los obituarios radiados. Empezaban con algo como: “Ha muerto cristianamente Doña fulana de tal.“ luego nombraban a una letanía de gente con el fin que se enterasen de la muerte de la doña, y terminaban invariablemente con un “…sobrinos, primos, tíos, demás familiares y amigos invitan al acto del sepelio que se realizará en la iglesia tal”. También prevalece minoritariamente una costumbre preciosa: Ver los partidos de béisbol o fútbol por televisión pero sin volumen, dejándole la tarea de narración a los locutores de la radio.
Las radios también facilitaban el cortejo amoroso, porque existía un servicio llamado, “las complacencias”, a través de las cuales se podía dedicar, por una cantidad simbólica, una canción a la chica de tus sueños: Los valientes dejaban su nombre y los menos, la famosa coletilla de “de parte de un admirador secreto.”
Muchas de estas radios han podido superar la aparición de las FM, cuyo estilo es tan diferente que ¡ni siquiera dan la hora!. Pero lo que realmente me asombra, es que puedo observar cómo tecnologías actuales, siguen sacándole partido a los comportamientos sociales que inicialmente explotaron las radios en Amplitud Modulada.