La Infralectura

Creo que he adquirido un síndrome muy problemático. Vamos a llamarlo de momento infralectura: Esa tendencia a leer de forma temeraria, como confiados en nuestra intuición.

Yo creo que he estado expuesto, como muchos, a ingentes horas de lectura de cosas que no leía porque quería, sino porque mi trabajo lo reclamaba, y esas cosas se leen, por lo menos, muy mal. Centrémonos en la lectura online para ilustrar el asunto, pero no quedan descartados los informes, el periódico y las notas familiares en la nevera.

Cuando leemos online, solemos hacerlo pasando la vista rápidamente por las líneas, y confiando que el cerebro hará su trabajo de llenar los huecos. Lamentablemente, esos huecos se llenan con nuestra realidad, y no con la realidad de quien escribe, y eso puede dar lugar a que se lean cosas que no se escribieron. Se lee como si dijésemos, “aja, dime rapidito que aquí hay muy mala cobertura.” Asimismo, la falta de diversidad en nuestras lecturas, hace que nos acostumbremos a reconocer frases hechas que, sin querer ser yo muy objetivo, se terminan pasando por alto en busca del meollo de lo leído. Por ejemplo: “ha traído como consecuencia”, “repercute en”, “me dirijo a usted en la oportunidad de”, “es fundamental de contemplar”, “…exigió al máximo tribunal” ;), y así por el estilo.

De esta forma, por ejemplo, se leen los emails, las notas de prensa y las notas de blogs :(. Algunos hasta se ayudan marcando con el mouse los párrafos sobre los cuales pasan la vista, como para medir el progreso. Un ejemplo más de cómo nos cambia la tecnología: Antes, lo caro era escribir / hablar y se hacía de forma breve. Ahora lo caro es leer, bien porque nos cuesta tiempo, o dinero, que viene a ser lo mismo.

La infralectura es cruel, porque sin esa forma de «leer» no podrías “ver” – que no leer -, la cantidad de emails, informes, artículos y postits que nos inundan diariamente. Pero el extremo del asunto, es cuando te descubres haciendo lo mismo con tu escritor favorito, el buen artículo del domingo, o el último libro que te han recomendado. ¡Pensar lo que se han esforzado esos señores, que viven de eso, para que uno les dé un mateo!

Nada, hago un llamado al rescate de la lectura lenta, al menos de una o dos cosas, con las que hagamos un esfuerzo consciente de disfrutar las metáforas, los puntos y las comas y esa voz interior tan particular que te va diciendo cosas como: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”

El Síndrome Burnout. (o de estar quemado)

¡Me tienen harta, no me consideran, un día de estos voy a desaparecer y no me van a ver más! Creo que muchos hijos han escuchado alguna vez, de boca de sus madres, una frase más o menos como esa. Suele ocurrir cuando la continua exposición al estrés de la crianza las sobrepasa, su capacidad de tolerancia se agota, la mente no da más, el alma se les achicopala y el cansancio las define. Es una cosa que ha ido creciendo poco a poco hasta que se manifiesta. Afortunadamente, la naturaleza ha dotado a las madres de un “algo” que hace que se sobrepongan y salgan de esos estados, pero no ocurre lo mismo con el resto de las actividades humanas y mucho menos en el trabajo.

El concepto detrás del Síndrome Burn-out, o estar quemado, fue acuñado por H. J. Freudenberg en 1974 y podría definirse –libremente, si me permiten- como lo que viene después de un período continuado de estrés laboral: Años trabajando bajo presión, sin ser reconocido el esfuerzo, recibiendo maltrato, sin verle el queso a la tostada, etc.

Las personas que lo desarrollan padecen ansiedad, angustia, sentimiento de fracaso, depresión, fatiga, falta de concentración, ausencia de sueños (además de insomnio) distanciamiento afectivo y así un largo etcétera de cosas desagradables: Que están quemados pues. Y no es que sea una cosa pasajera y asociada a la labor específica dónde se desarrolla, hay casos crónicos que pueden desembocar en una incapacidad total para volver a trabajar. No es una cosa como que te cambias de trabajo y ya.

Estadísticamente se presenta más en aquellos gremios donde se interactúa constantemente con el público, en los maestros y profesores, en los empleados del sector sanitario y los ejecutivos. Las personas más vulnerables son aquéllas que se exigen demasiado, necesitan mantener el control, se consideran indispensables y no admiten el fracaso.

No sé, me temo que las empresas que desatienden el diseño de puestos de trabajo de calidad, no importa a qué nivel, y descuidan el equilibrio entre la vida personal y profesional de sus empleados, están arriesgando demasiado. Entiendo que la situación de los distintos mercados puede ejercer una presión que últimamente raya en la supervivencia, pero están creando un círculo peligroso que conduce a otro tipo de fenómenos, como el “mobbing” o acoso moral en el trabajo. Todo esto ya existía de antes, lo que pasa es que ahora tienen otro nombre y se diagnostican en cantidades alarmantes.

Los expertos recomiendan, intentar llevar, conscientemente, una vida equilibrada en la medida de lo posible, realizar actividades ajenas al trabajo, tratar de concentrarse en la parte del trabajo que más les llene, y desarrollar la habilidad de decir que no oportunamente. En casos extremos, consultar con un especialista.

No estaría de más, como terapia complementaria, aprender a reírse de uno mismo.

Para saber más click aquí, es una fuente antigua pero muy seria y completa.

Misa, infancia y radicales libres.

Por razones que no vienen al caso, suelo ir a misa. Trato de sentarme siempre entre la segunda y tercera fila, tal vez como un reflejo de la escuela, donde nos asignaban el mismo pupitre para todo el año (por lo que el ritual de la atención se llevaba a cabo siempre desde la misma perspectiva). A la citada misa, también suele ir con su familia, un niño de unos 7 años. Se sientan, invariablemente en la primera fila.

Como se sabe, el ritual católico trata también de mantener la forma física de sus fieles, lo cual se logra con una rutina conocida de ponerse en pié, sentarse, arrodillarse y vuelta a empezar.

Hasta aquí todo normal, si no fuese porque de casualidad he notado, a lo largo de los meses, que el niño en cuestión, como si de una competencia se tratase, está expectante a los momentos que tácitamente marcan la pauta de los ejercicios y, siempre que hay que ponerse en pié, se adelanta un poquito en hacerlo, se posa sobre la tablita del banco que sirve para arrodillarse (con lo cual gana en altura), y luego mira hacia atrás y sonríe. Está claro que el chico está practicando un juego y hoy descubrí cual era: Llegué tarde y me tocó sentarse en un extremo del banco, en un ángulo desde el cual pude leer sus labios justo después de la sonrisa, cuando susurró para si: !La olaaa!

Claro, las trescientas personas que hay en la iglesia, no están sincronizadas y la gente se levanta a distintos tiempos y los de adelante son los que marcan la pauta para los que se van quedando dormidos en la parte de atrás. Y allí está, la ola humana que nuestro niño disfruta. (y ahora yo también.)

Creo que el mayor daño que los radicales libres causan a nuestro cuerpo, no es el envejecimiento celular, sino probablemente algún efecto colateral, no descubierto aún por la ciencia, que hace que perdamos la capacidad de encontrar placer en las cosas sencillas, en las que tenemos más a mano. Creo que esto no es una capacidad exclusiva de la inocencia infantil, estoy convencido que las personas que viven vidas más o menos a gusto consigo mismas, lo hacen porque mantienen y cultivan la capacidad de imaginar y disfrutar de lo que hay, aun por encima de las implacables pruebas que experimentamos en el día á día.

Creo que haciendo un esfuerzo por recordar como un paño rojo en la espalda era suficiente para sentirnos superman, podemos rescatar un poco esta buena costumbre y refinarla con la ventaja de la experiencia… al mejor estilo de los cineastas europeos, esos que desentierran escenas cotidianas y las convierten en arte.