¿hay alguien allí afuera?

¿Alguna vez han pasado por la experiencia de tener algo que decir y no encontrar a quién decírselo? Bueno, a mí me ha pasado, y esa es la principal motivación por la que he querido hacer este blog.

Tengo a mi familia, a buenos (aunque pocos) amigos, y hasta un compadre, en fin, gente a quien contarle las cosas esas que «tengo» que decir, pero… ¡es que me hace falta algo más!.

Pónganse a pensar: hay mucha gente que se dedica a escribir, cantar, bailar, en fin a compartir sus experiencias, sentimientos y conocimientos, y también tienen a gente cercana a quien escribirle, cantarles y bailarles… se podrían ahorrar esas costosas excentricidades de hacer libros, motar espectáculos, ¡blogs! y cosas por el estilo. Pero aún así, necesitan algo más para satisfacer su necesidad de expresarse. Pues en esas estoy ahora.

No estoy seguro que esto vaya a salir bien, si será una fiebre pasajera y se topará precozmente con el aburrimiento estadístico de este tipo de iniciativas, o por el contrario será una salida válida a la inquietud que les he contado antes. Pero no importa, hasta ahora me he divertido bastante preparándolo y pagué unos meses por adelantado el hosting, para obligarme un poco por si aparecen esos síntomas malignos.

Lo he llamado Cartas Jeroglíficas, aunque más que cartas son notas y en lugar de jeroglíficas mi intención es que sean bastantes claras, pero para aquellos que no sepan qué fueron las Cartas Jeroglíficas, les pido lean la segunda nota, en el cual lo cuento en detalle, de verdad que es algo muy curioso.

Las cartas creo que saldrán de lo más variopintas, así que no les puedo adelantar alguna “línea editorial” porque escribiré de lo que me salga de la cabeza (o de la cabeza de otros) y eso puede ir desde cosas relacionadas con mi profesión, pasando por opiniones sobre el nuevo orden mundial, hasta, por ejemplo, el ciclo mestrual de los calamares gigantes.

Finalmente, detrás de todo esto, está la intención sincera de compartir libremente el conocimiento dentro de la red, sin más requisitos que el respeto mutuo y rememorar así aquellos tiempos fantásticos cuando éramos felices e indocumentados…

Cartas Jeroglíficas

En la primera mitad del siglo XX, circularon en España, unas cartas muy ingeniosas y retadoras para los carteros. En ellas las direcciones no se colocaban de manera clara y explícita, por el contrario, se indicaban a través de fotografías de los destinatarios pegadas en los sobres, acertijos, adivinanzas y hasta versos. Dado que no había ninguna ley que las prohibiera expresamente, éstas terminaron por convertirse en «un caso extremo y simpático de los problemas con los cuales los carteros se podían encontrar», además de las inclemencias del tiempo, la letra ilegible, etc.

Es curioso, pero el cuerpo de correos se lo tomaba con el mejor de los talantes, y cada vez que llegaba un carta de éstas, la enviaban a un «comité de sabios», integrado por carteros que conocían al dedillo la geografía postal, para que las descifraran. (Yo imagino que con unas cervecitas para invocar a sus ancestros.)

Realmente, sólo los sobres eran jeroglíficos, no su contenido, es decir, los destinatarios eran desconcidos a priori, un misterio pues. Precisamente es esa la interpretación que le doy a las cartas para haber llamando a mi blog Cartas Jeroglíficas: Desconozco los destinatarios. Vamos, que a algunos de ustedes si que les conozco, pero en general no sé a quién le llegarán los mensajes, en quienes despertaré interés.

También he intentado enterarme si han existido columnas de opinión, revistas, panfletos, películas o cosas por estilo que se hayan llamado así, pero no he encontrado casi nada.

Tengo fiebre del tema, y realmente no he encontrado muchas fuentes de investigación. De hecho no sé cuál fue su origen o si fue un fenómeno que se haya extendido por otros países. Aunque no me imagino que en países de talantes no latinos este tipo de iniciativas hubiese prosperado.

La única colección que conozco está en la nave central del Museo Postal y Telegráfico de Madrid. Aquellos a quienes le guste la historia de la comunicación humana, como a mí, les sugiero una visita. He colocado a la derecha una imagen de una carta, una facilita (a ver si se animan), si le dan click la pueden ver un poco más grande. Esta es muy sencilla, porque el nivel de sofisticación de los remitentes es impresionante, hay unas incluso que además de jeroglíficas son cinéticas, hay verlas de una manera particular para entenderlas.

Curiosidad sobre mensajes cifrados en el sobre

Esta nota está tomada de:
http://www.iespana.es/algomasquesellos/historia4.htm
Me gusta para ilustrar lo de los mensajes cifrados en el sobre…

Dice la leyenda que mientras ROWLAND HILL estaba dando conferencias por Escocia entró en una fonda -bien para tomar algo o resguardarse del frío-. Mientras estaba dentro del establecimiento llegó un cartero que le dio a una criada una carta. La muchacha expuso que no tenía dinero para pagar el importe de la carta. Tras ofrecerse HILL a pagar el importe la mujer se negó rotundamente.

Posteriormente la criada le confesó que la carta -que parece ser que era de su hermano- estaba en blanco, y que se comunicaban mediante señales que escribían en el sobre. Así evitaban pagar la fortuna que costaba una carta. Hoy dìa está demostrado que era una práctica generalizada. Para evitar estos abusos y otros, a HILL, analizando costes y recorridos se le ocurrió la idea del franqueo mediante sellos de pago previo y la tarifa única. Lo que proponía HILL fue llevado al Parlamento a pesar de la oposición del ministro de Hacienda. 150 parlamentarios solicitaron a la presidencia que adoptara estas medidas. Aceptadas en 1839 comenzaron las reformas a partir del nombramiento de HILL como secretario general.

En poco tiempo se triplicaron el número de cartas. En el año 1840 se implantó definitivamente la reforma de correos que consiguió la institución de una tarifa única de un penique para cada carta de media onza de peso enviada a cualquier punto de las Islas Británicas, además de la aparición de sellos engomados (los primeros en mayo de 1840).