De donde dicen elevator
Don Bernard Kerik llamó a su jefe en relación con la propuesta de ascenso que le había ofrecido apenas unos días antes: Jefe, pues mire. Va ser que no. Es una lástima. Para Bernard era un cargo Súper, nada más y nada menos que jefe máximo de la seguridad de su país: El coloquialmente llamado superpolicía. Con atributos anchos y vastos sobre un montón de cuestiones, para las que ciertamente él se encontraba más que capacitado. Como mandan las buenas costumbres en estos casos, se alegaron razones personales, pero lo cierto es que la oposición se había encargado de escudriñarle la vida: Kerik había cometido el desliz de contratar a una sin papeles, a una ilegal, como asistenta doméstica. Y no es por nada, pero entre las tareas que Kerik asumiría en su nueva etapa laboral, estaba el control de la lucha contra la inmigración ilegal. Y por más que sea, se vería feo. ¿no?
De donde dicen lift
David siempre ha dicho que hay que ponerse duro con la inmigración. Vale, que son necesarios los extranjeros para la economía, pero que debe poderse expulsar sin contemplaciones y automáticamente, por ejemplo, a los demandantes de asilo a los que se les niegue el refugio. Que qué vaina es. Y está bien, además de cónsone con su cargo de ministro del Interior, es válido que vele por los intereses del país. De hecho hasta tenía pinta para llegar a primer ministro. Pero David trabajó hasta anenante. Le pudo el escándalo que se formó por una ayudita, empujoncito, o hablando más en caribeño, por la habilitación que promovió para que la niñera de su amante, una ilegal (la niñera) obtuviera ágilmente sus papeles.
Lo dicho, desde que le caparon el tráfico de influencias, el poder ya no es lo que era.
De aquí:
Ángel Manuel (nombre ficticio) era un hombre feliz. La vida le había regalado cuatro muchachos, y una mujer maravillosa. La confianza sostenía el matrimonio; de otro modo no se hubiesen atrevido por una senda tan prolífica. Pero una mañana, después de catorce años de matrimonio, Ángel Manuel descubre que su mujer hacía siete que mantenía una relación extramatrimonial y pues, cívicamente, le pide el divorcio. Como padre responsable, le estuvo pasando lo que estipula la ley en estos casos, para el mantenimiento de los muchachos y visitándolos y eso. Al cabo de un año, llega el sacudón: Ángel, dubitativo, le pide una prueba de paternidad de los muchachos, porque hay cositas que le hacen ruido y pues ¡zas! La mujer le dice que no hace falta. Que en efecto tres de los cuatro muchachos, no son de él sino de su amante. La negligencia le ha salido cara. Hace unas tardes que un juez la ha condenado a ella y a su amante a pagar a Ángel Manuel cien mil euros por daños morales y secuelas psicológicas.
Y después tildan de irreales los argumentos de las telenovelas.
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Las fuentes:
Don Bernard
Don David
Don Ángel
Pues mi estimado amigo llegó la hora que yo llamo la «sin escape». Sé que hay muchos buenos cristianos y católicos por ahí en la vía. Haciendo un esfuerzo en mi condición quizá de ateo a media máquina, le envío la frase mágica de Feliz Navidad y la otra de Feliz Año Nuevo. Y es que todos sucumbimos de alguna manera a estos hechizos ilusorios de esta época.
Bueno, lo mejor para el 2005 (a pesar de que viene otra alineación planetaria).:)
Same to you. Recibido con afecto y consideración.
Un abrazo suficiente, mi estimado Amigo.
Oca.