Soportaban una elegancia tan poco habitual para un viernes por la mañana, que daba la impresión que sus trajes los llevaban puestos a ellos y no al revés. Uno tenía cara de corbata y el otro un peinado de paltó inconfundible. Eran los comentaristas de prensa. Al parecer, unos jubilados de derechas que, aprovechando los rigores del insomnio, se plantan muy temprano a comentar los titulares de prensa exhibidos en el quiosco, con la misma naturalidad de quien se encuentra a un conocido por casualidad. Una casualidad que se fue revelando costumbre durante las dos semanas que me vi obligado a comprar la prensa allí.
¡Que personajes! Más de una vez disimulé ver algunas revistas, para deleitarme con su tono ecuánime y circunspecto, mientras hablaban de la pesadilla iraquí, la píldora del día después o el alto precio de la vivienda. Era como escuchar la opinión de la calle, sin el filtro de un editor. Pero ese viernes hablaban de María, una mujer maltratada, una víctima más de la controvertida violencia de género. María era distinta. Tenía como particularidad, el que llevaba en un papelito, la bitácora de las palizas que le daba su marido, con fecha, hora, lesiones y motivos. Éstos iban desde un seco y breve llegó borracho, hasta un desafortunado hoy porque perdió el Real Madrid.
Por primera vez los miré. Quería saber su opinión. Estaban muy acompasados en su labor matutina -entrelazaban sus comentarios sin estorbarse- pero esta vez mis comentaristas perdieron todo el encanto:
– ¿Qué te parece esto de las mujeres que se están muriendo?
– Bueno, la verdad es que es un fenómeno muy curioso.
Fenómeno curioso. Me esperaba cualquier otro calificativo para esta tragedia social que está golpeando a España, pero nunca uno de una originalidad tan inmisericorde.
En lo que va de año, han muerto cerca de cuarenta mujeres a manos de sus parejas sentimentales y me da la desafortunada impresión que no serán las únicas. Igualmente, existen mujeres que van muriendo cada día, por culpa del maltrato físico y psicológico llavado a cabo por sus hombres y familias. El gobierno ha aprobado una nueva ley que endurece las penas para a los maltratadores, por la vía de la discriminación positiva, y aún así…
A ver, aquí existen excelentes campañas de sensibilización (concientización) para casi todo: Una cruda y directa para evitar accidentes de tráfico; una de vanguardia para combatir las drogas, otra para que los hombres ayuden en las labores de la casa, para que no abandones mascotas y hasta una para que que no te comas los peces que no tengan el tamaño adecuado. Pero no hay ninguna campaña oficial de gran alcance que le diga al maltratador y al asesino, en los intermedios de los partidos o en las vayas de camino a casa; en claro y simple castellano: No le pegues, no la mates.
No soy sociólogo, ni experto en este tipo de tristezas sociales. Pero intuyo que la solución requiere de la participación de todos los ciudadanos. Cuando tenía unos cinco años, escuché una conversación entre hombres mayores, en la cual justificaban el pegarle a las mujeres, para tenerlas bajo control. Cuando le pregunté a mi padre, éste me soltó una frase sucinta: A las mujeres ni con el pétalo de una rosa. ¿Entendiste? Dije que si, porque quería irme a jugar. Pero esa frase quedó grabada muy bien en mi cerebro hasta que tuve edad para comprenderla. Ese acto de prevención tomó dos segundos. Es un ejemplo tipo de la necesaria responsabilidad social a la que me refiero.
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Parte de guerra:
Un hombre prende fuego a su mujer en plena calle
Mata a su mujer en Barcelona
Degollada por su marido en Gran Canaria
Joven de 18 años mata a su novia de 15
Mata a su mujer a puñaladas
Un hombre mata a su esposa en Canarias
Mata de un hachazo a su mujer
Un anciano asesina a su mujer