La logística que da soporte a la vida cotidiana del humano occidental, no parece una consecuencia natural que haya surgido a medida que progresaba la sociedad, sino un invento premeditado de sometimiento. Para la mayoría, esta logística pasa inadvertida; sobre todo ante los hombres que se la han impuesto a las mujeres. Está compuesta por una ingente cantidad de actividades, simultáneas y continuas que sólo notamos cuando surge un desajuste de coordinación. A ver: lavar la ropa, ponerla a secar, recogerla y plancharla, cocinar al menos tres veces por día, lavar los platos, limpiar el domicilio (soft y hard), ordenar, hacer las camas, limpiar el baño, reponer el papel higiénico, pagar los servicios, cuidar las plantas, limpiar la nevera y el horno, clasificar y botar la basura y bueno…paro ya porque me agobio.
Tareas como éstas, en mayor o menor medida dan soporte al humano medio para que este pueda permanecer en la tierra dignamente, y si dejan de hacerse pueden consolidarse verdaderas catástrofes. Todas ellas crean una cantidad considerable de empleos directos e indirectos. Desde los que se dan en el sector industrial, que fabrica desde desinfectantes a trapitos de cocina, hasta los del sector servicios, a través de las desindicalizadas auxiliares del hogar: Las señoras que planchan, lavan o cocinan por horas.
Una de las cosas que llama la atención de estas actividades, es el alto consumo energético asociado. El equivalente moderno a aquel noventa por ciento de tiempo que invertían nuestros antepasados sólo en buscar comida. Otra cosa interesantes es que allá donde haya un humano, bien cultivando la tierra o explorando el espacio, siempre habrá un subconjunto de esta logística, pero que por ser cotidiana pasa inadvertida. Por ejemplo en las guerras: Todo el mundo alaba las hazañas bélicas de los belicosos, sus triunfos y su estrategia militar, pero nadie se acuerda de quien les cocinaba y les lavaba la ropa. Y esto, en el caso de las guerras de independencia caribeñas, alcanza un grado de injusticia mayor, especialmente con las mujeres, que a diferencia de las Europeas, no se quedaban en casa cuidando de los muchachos mientras sus maridos iban a guerrear, sino que les seguían, les lavaban, cocinaba, e incluso les parían: O’Leary narra en su diario, a propósito de la Campaña Admirable, cuando un menguado ejército Libertador intentaba cruzar los Andes, lo siguiente: La mujer de un soldado dio a luz un niño en pleno ascenso, pero ello no le impidió continuar la marcha con la criatura en brazos.
En gran medida, esta logística es un mecanismo de sometimiento que se ha ido aplicando con múltiples propósitos: Desde los más palpables e innobles, como someter primero a la mujer, luego a los esclavos y más adelante a los pobres, hasta los intangibles y más orientados a la catarsis, como es el hacer oficios para someter los pensamientos; principalmente los derivados del estrés y el desazón de las frustraciones. Puede que suene a disparate, pero se me ocurre que este tipo de sometimiento se pondrá de moda poco a poco en occidente, principalmente a partir del importante incremento de los hogares de un sólo (y solo) miembro, que por ejemplo en España, un país que valora tanto a la familia, ya representa el veinte por ciento de la población.