Un ingeniero del primer mundo, podría lograr un sueldo anual de unos 80.000 dólares. Uno equivalente, en el tercer mundo y que hable inglés podría costar, tan solo, unos 10.000 dólares.
Cara: En los países en desarrollo estos profesionales no tienen oportunidades de empleo, y definitivamente es positivo para sus economías y calidad de vida. En mi humilde opinión, es una ganga: Las empresas contratantes, no han invertido ni un centavo de sus impuestos en la formación, la salud, la alimentación o la limpieza de chakras de estos profesionales.
Sello: El estado de bienestar en los países del primer mundo, necesita de profesionales oriundos que consuman y coticen. Formarlos le cuesta a dichos países mucho dinero y darles empleo con esos niveles de remuneración tan “altos” es cada día más difícil. De hecho ya se cotizan a la baja. Si un extranjero demanda empleo, primero se verifica que no haya un nacional desempleado que lo pueda satisfacer. Eso está regulado. Pero casi nada se puede hacer, si las empresas ubican sus centros de producción fuera del país. Así es la Globalización.
Cuando era pequeño, en casa había un redondo reloj despertador. Era de cuerda, agujas y una gallinita-segundero que picoteaba maíz con cada segundo. En la base ponía «Made in China». Eso representa lo que sabían hacer los Chinos: relojes de gallinita y juguetes de lata, hoy producen de todo y ya han puesto un hombre en el espacio. Los Indios eran conocidos por el olor de sus inciensos y las danzas que veíamos en los documentales, hoy se hacen sus propias supercomputadoras. Los brasileños bailan samba por febrero, pero también hacen avionesy construyen satélites.
Todos estos profesionales baratos son una tentación con vocación de amenaza para el primer mundo. Vaya reto social…
Nota del Cartero: Esta nota está inspirada en un comentario político que David Saeton hizo hace poco en la columna Revista de Prensa del diario El Mundo, que no puedo referir porque es contenido de pago.