Saben que rehúyo tratar temas que por estar de actualidad ya se encargan de machacarnos los medios de comunicación. Pero el de hoy no lo quiero dejar pasar. Sobre todo por la forma recurrente en la que cada ocho de marzo vuelvo a escuchar el ruego inverosímil de pedir igualdad para la mujer, al menos en el ambiente laboral. Así que de mi parte abogo por todo lo contrario: por la instauración de la discriminación positiva, de forma que las mujeres (y los hombres de buena voluntad) puedan aproximarse al equilibrio entre su vida laboral y familiar.
No vendría mal, para empezar, que las mujeres reciban un año de permiso pos-natal remunerado y que además la subsecuente incorporación al empleo se realice de forma paulatina, de manera que pueda dar la bienvenida al nuevo ciudadano con menos estrés y que no tenga que pasar por la tortura de tener que dejar al niño con fiebre, porque se tenga que ir a trabajar, llamando luego a casa cada cinco minutos como una forma de mitigar la ansiedad.
Por otro lado, propongo que en aquellos casos en los cuales, bien por decisión propia o imperativo del mercado laboral, la mujer tenga que quedarse en casa desempeñando exclusivamente labores domésticas, sean consideradas dichas horas como cotizables en la seguridad social. Asimismo, que se incorpore la falta sistemática de colaboración por parte del marido en las tareas domésticas, como causa suficiente para formalizar una demanda de divorcio y… que sea obligatorio un seguro de responsabilidad civil como requisito para realizar el matrimonio.
Seguidamente, como no, que se les pague igual sueldo por igual trabajo. Esa estadística que he leído hoy según la cual, al menos en España, las mujeres ganan treinta por ciento menos que los hombres por trabajos similares, me resulta el paroxismo de la discriminación.
Y aprovechando las suplicas: Pues que no se les exija la renuncia por salir preñadas; que no se les puteen los ascensos porque no suele quedarse hasta tarde por culpa de los niños; o que simplemente se les trate como seres inferiores y ¡hasta menos inteligentes! sólo por el hecho de no tener pene. En fin, que por cualquiera de estas afrentas puedan demandar y ser protegidas por la ley.
La mujer se lleva la peor parte en el mantenimiento de la especie humana, no debe ser tratada igual que el hombre, sino preferencialmente.
Ahora, de parte de ellas pido, de todo corazón, que no alienten en sus hijos varones hábitos machistas, que les formen en la disciplina doméstica como una normalidad y sobre todo, que el primer día que ese adolescente dolido ose levantarles la voz, les crucen la cara con la mano abierta sin amenaza previa, que ese tipo de males hay que curarlos de raíz.
Perdonen el arranque retro, es que yo soy a la antigua… (y aún no he tenido hijos para saber si esos métodos todavía se pueden usar, ¡que los tiempos cambian!)
Eso.
Nota del Cartero: Otra cosa. También deberían darles este día libre, que para colmo lo tienen que trabajar, ya en si misma la primera discriminación.
Escríbelo: Si algún día decides lanzarte por el tobogán de la política, tienes en mí a tu más ferviente y convencida jefe de campaña.
El mundo sería un lugar más placentero y la vida más vivible, si al menos la mitad de los hombres del planeta pensaran como tú.
All my love.
Palas A.