Cuando tengan suficiente tiempo para leer con lentitud (un placer altamente recomendable) échenle un ojo a este libro de Oliver Sacks. Es ya un clásico, pero no me sentía preparado para leerlo, hasta que lo cogí los primeros días de enero y me lo comí a trocitos. Es un libro de historias clínicas de psiquiatría, que explora con una narración adherente y amena, las putadas que el cerebro le hace a los humanos (o a si mismo. según se mire) cuando existen funcionamientos aberrantes en la percepción.
Está divido en cuatro partes que abordan los casos clínicos según aquellos que representan singularidades por pérdidas, excesos, arrebatos y una sección especial para lo que Sacks denomina, los Simples. Lo que sorprende, es la capacidad del autor para narrar desde una perspectiva respetuosa las desgracias de los pacientes a los que hace referencia. Así como su tendencia a ir más allá del aspecto clínico y buscar en las profundidades de dichos desbarajustes, la esencia de la condición humana; aún para aquellos que no saben que lo son. (Humanos quiero decir.)
El otro libro, es un libro de periodista. No es que tenga nada contra los libros de periodistas, algunos son hermosos. Lo que pasa es que siempre me queda con ellos un sabor a soja en la boca, porque terminan escribiendo los libros más como reporteros que como periodistas. Es decir, con una «deformación» profesional hacia la imparcialidad que les deja con los libros a medio hacer. Desde mi humilde opinión, éste es más o menos el caso, sólo que la cantidad de información es tal que vale la pena. Se titula: Elogio de la lentitud y lo escribe un Canadiense de Londres llamado Carl Honoré. Lo cogí del estante porque últimamente estoy “acelerado” por el tema de la lentitud. Una noche, mientras cenaba en compañía de la tele, caí en cuenta que masticaba a toda velocidad, aún sin una presión aparente de hacerlo así. Me preocupé. La velocidad estaba mermando mi calidad de vida y eso era malo. Dejarse llevar por la presión inconsciente de la inmediatez hace que te enrutes hacia una necesidad insana que no te deja disfrutar de las experiencias que vives. El libro está lleno de referencias a las múltiples variantes del movimiento slow, sobre el que ya hablaremos en otra ocasión. Con respecto al trabajo y la velocidad, hay una cita bastante esclarecedora que sirve de guía para el espiritu del libro.
¿Por qué tantos de nosotros trabajamos en exceso? Una de las razones es el dinero. Todo el mundo ha de ganarse la vida, pero el apetito interminable de bienes de consumo significa que necesitamos más y más metálico. Así pues, en lugar de tomar los beneficios de la productividad en forma de tiempo libre, los tomamos como ingresos superiores.
Como me di cuenta de la cosa mientras comía, pues empiecen por el principio. Por aquí nació el movimiento slow. Aquí.
Ya saben que este tipo de notas las escribo con la intención de que no sean vinculantes.
Abrazos.
¿Vinculante? No, interesante 😉 Excelente la referencia al movimiento slow ¿Sabías que masticar lento es un ejercicio en Terapia Gestalt?
Amigo OCATRAPSE: No sabía que también era comentarista de libros. Lo hace muy bien. Lo felicito.
Sólo 2 cositas:
1) Una de las personas que entra a comentar en su blog, es periodista. Vamos a ver que opina sobre su percepción sobre la tendencia reporteril que percibes en los trabajos literarios de los periodistas. 😉
2) En cuanto a lo azaroso de la vida en España ¿en España?
Mi amigo, España es una fiesta. Se lo digo yo, que he vivido en
ambos lados del charco, lo percibo así. Nadie en Venezuela
empieza a trabajar a las 9:00 de la mañana. En España, son muchos
los establecimientos que no abren antes de esa hora. Y mejor no
hablemos de la hora de la siesta, que es sagrada para muchas
personas. Y qué decir de las vacaciones de verano. Esa «migración»
en masa, no se ve en Venezuela. Por lo general, cada quien tiene
sus vacaciones (si es que las disfruta) cuando cumple el año en
la empresa.
Pero, quizás el caso más ilustrativo lo constituye una comisión del
INSTITUTO VASCO, que estuvieron visitando la empresa en donde
laboro. Uno de ellos me preguntó por el horario de trabajo del
personal. Yo le dije: 7 a 12 y 1 a 5, con una hora de sobretiempo,
razón por la cual, salimos a la 6. Y como las empresas básicas de
Guayana demandan trabajo, hacemos sobretiempo los sábados
de 7 a 12. Hombre, por favor -me dijo el vasco- mira que cuando
te oigo hablar así, me recuerdas a los viejos tiempos del inicio
del capitalismo y la máquina de vapor. Huelgan los comentarios.
Un abrazo.
Hola Kbulla, espero que estés bien.
Lo de comentarista de libros, pues, ¡Dios me libre! Sólo es una costumbre que tengo desde siempre de escribir como notas de recomendación no vinculante, los libros que voy leyendo, como quien se lo dice a un amigo, por si a alguno de vosotros os resulta util.
¡Caramba Kbulla!, no sé cuál de mis lectores es periodista. De hecho los lectores que conozco personalmente se cuenta con los dedos de una mano.(Y los que no con los dedos de la otra, jeje) Pero en fin, al tratarse de una percepción personal (como casi todo lo que escribo), no creo que nadie se sienta herido por solidaridad gremial. Creo que esas cosas ya no se llevan. En todo caso, si que me gustaría conocer una opinión distinta, porque de allí saldrían las cosas buenas para leer, escritas por periodistas. (no se vale citar al Gabo o a Montanelli)
Con respecto a España, pues, qué te puedo decir. Creo que es un cliché. Se entra a las 9, pero igual se trabajan 8 horas. (y hasta nueve), las grandes superficies cierran a las 22 y el pequeño negocio a las 21. Y hay colas, y estres y tienes que levantarte a las 6:30 para estar a tiempo y así, como en cualquier sitio. Lo de la siesta, pues es otro mito. Yo no he podido hacer una en los años que llevo trabajando aquí, y lo que son las cosas, siempre la hacía en Venezuela. Lo de las vacaciones, es una cuestion estacionaria. Como en venezuela que la gente se toma las vacaciones en diciembre o en agosto para que conincida con la de los muchachos. Creo que es como en cualquier sitio, y a veces, peor.