La naturaleza en su infinita sabiduría ha decidido regatearme el buen gusto. Realmente no es que me haya dotado de mal gusto. No. Pasa más bien que carezco de conciencia del gusto alguna. Soy un negado para la decoración, el vestir (me diagnosticaron una atrofia genética para la combinación de colores), la música, los accesorios, para hacer regalos, para los peinados. No sigo, me deprimo.
Por eso para disimularlo, sigo cabalmente el consejo de mi madre: Bien limpio, aseado y entalcado aunque vayas descombinado.
Otra cosa de la que carezco, en ese caso más bien por mala suerte que por minusvalía intelectual, es del sentido de la oportunidad, ese arte de saber decir lo apropiado, en el momento oportuno. Pero de eso hablaremos otro día.
Para palear el mal gusto por ejemplo en el vestir e intentar vivir una vida normal sin tratamiento farmacológico, es imprescindible, antes que nada, reconocerlo. No hay peor insensatez que andar por la vida creyéndose una persona normal cuando eres un mal-gusto-habiente.
La otra cosa harto importante que viene a ser algo así como la navajita suiza de gente como uno, es prestar mucha atención. Estar atento a cualquier atino accidental de, pongamos, una camisa que combine estupendamente con un pantalón. Si eso llega a pasar, porque alguien se lo diga o así, pues debe anotarse en una libretita y realizar un matrimonio entre dichas prendas. Deben convertirse en inseparables. También, si ocurre la eventual fortuna de que combine la misma camisa con otro pantalón, se permitirá el adulterio (que somos liberales) pero eso si, con mucha discreción.
Eso debe cumplirse a rajatabla. No debe intentarse improvisar con algo tan importante como la imagen. Es obvio que debe también estarse atento a lo contrario. Por ejemplo, los estampados no deben combinarse con rayas oblicuas (hasta que lo diga París); pues tome nota y no se le ocurra ni para andar por casa.
Todo esto hará que uno regularmente se vea un poco uniformado, pero es siempre preferible a exponer públicamente tu condición de poseedor de mal gusto.
Por último, cuando ocurra alguno de esos alineamientos planetarios que provocan que se vea radiante, estupendo, triunfante y terriblemente atractivo con un traje, camisa, corbata, gafas, pantalón o ropa interior: Pues cómprese un lote. Es de sobra conocido que dejarán de fabricarlo en cuanto usted lo adquiera.
Besos.