Cuando mi mente se fija en detalles pequeños, tiene la tentación de magnificarlos, como una forma de retenerlos en la memoria. Me ha pasado otra vez esta mañana: Estaba echándole un vistazo a un periódico de provincia española cuando caí en cuenta lo parecido que era a otros periódicos de provincia que he leído antes. La magnificación resultante fue: Son como el último bastión de la antiglobalización.
Las noticias de los periódicos de provincia tienen un aire de corroboración, de acta certificadora antes que de información. Se redactan como si todo el que las lee es un testigo del acontecimiento al que hay que ahorrarle los detalles. De alguna forma así es. Los lugares, el tiempo que hacía, el tráfico e incluso los antecedentes de los protagonistas se omiten deliberadamente por ser de sobra conocidos.
En lo que se hace énfasis es en la forma de presentarla, de adornarla, de darle un estatus superior que la haga figurar como si fuese de otra frontera, y que el lector se sienta “importanciado” con la noticia de la cual puede, incluso, sentirse protagonista.
Mi abuela lo hace mucho con las páginas de sucesos del periódico de la provincia de mi familia: Cada vez que hay un muerto nos da las señas para reconocerlo: “ese es el hijo de fulano o el yerno de mengano, ¡quien lo iba a pensar de un muchacho tan tranquilo!” Ella sabe perfectamente cómo sucedieron los hechos porque alguien siempre viene con el cuento de primera mano, sólo los lee para saber si los del periódico dicen la verdad.
Otra cosa curiosa, es el tratamiento que se hace de las autoridades civiles, equiparándolo con el tratamiento regular de las nacionales: Así por ejemplo, la esposa del Alcalde, no es tal, sino la primera dama del municipio. Pasa algo similar con los eufemismos que se utilizan para resaltar la información. En las provincias los gobernadores no inauguran casas, sino soluciones habitacionales.
Pero lo que sociológicamente me resulta más interesante son las secciones de sociales y los obituarios de estos periódicos. Representan una oportunidad única para satisfacer necesidad de estatus masivamente. En el caso de las páginas de sociales (donde se reseñan bodas, bautizos y comuniones), porque permiten a los mortales verse como esos artistas que derrochan esplendor con naturalidad y de los cuales la gente habla y escribe. Y de los obituarios (o esquelas) porque es la última oportunidad de asociar tamaño e importancia. Mientras más y más grandes, mejor. Incluso, he llegado a leer muchos que tienen esa sospechosa redacción de quien busca la salvación de su alma.
Una de las cosas que me llama la atención de los periódicos de provincia, aquí en Venezuela, es que en los obituarios siempre van acompañados de una foto del difunto. Y también de alguna poesía o texto rayando en lo poético (ummm un tanto cursi, sin ofender) Y frases un tanto ‘ilógicas’ de corte religioso.
Estas características no se ven en la prensa metropolitana.
Cordial saludo….
Que tal mi Querido Amigo.
Es verdad lo que dices. Otra cosa curiosa es ese detalle de indicar la forma de la muerte. En los de mi provincia ponían: Ha muerto cristianamente, para indicar muerte de viejo. Penosamente, por enfermedad, Trágicamente, para accidentes y creo que si no ponían nada, era casi siempre, un suicidio.
En España he escuchado también en las misas católicas, cuando oran por los difuntos e indican su nombre, también dicen su dirección. Eso es cercanía ¿no?
Saludos.
Yo encuentro desconcertante la costumbre de hacerle acrósticos ( creo que Enigma Express se refiere a ello como poesía) a los difiuntos, y publicarlos – desde luego – en la prensa local. Como si el difunto no tuviese mejor cosa que hacer, que venir a leer lo que -valga la redundancia – post mortem le escriben sus deudos.
Què cosas, no?
Desde luego que el estatus del finado no sólo se deja ver en el metraje de prensa, sino en el centimetraje de fosa… como decía Ana Torroja en la canción dedicada al cementerio poco serio «… aquí hay gente de rancio abolengo» Pero esto es ya otra cosa, que no va de fosas sino de prensa, la cosa!
Mi habitual abrazo, nada pomposo pero con el cariño de siempre,
Palas A.