De pequeño, cuando volvíamos de vacaciones, la seño nos mandaba a realizar una composición titulada ¿Qué hice en mis vacaciones? Ya de mayor descubrí que lo hacía principalmente para gestionarse ella misma la resaca post vacacional; para hacer tiempo y coger el ritmo, vamos, para hacer lo que los mayores hacen cuando vuelven de vacaciones, ese período nebuloso en que no se haya uno haciendo algo que no sea descansar.
La mayoría de mis compañeros pensaban que era una tortura. Pero creo que más por el hecho de que cualquier composición lo era. Aunque no para mi. A mi escribir me gustaba y me gusta, el problema era que la composición de mis vacaciones era siempre la misma (cosas de pobres). Y por eso me parecía a mi también una pequeña tortura: para qué escribir sobre algo que no podía ser imaginado.
Si bien éstas han sido diferentes, animadas, multifacéticas y libres – sobre todo libres, comparado con las cárceles de los paquetes turísticos de occidente – pues resulta que no me he puesto a hacer mi composición. No porque desmerezcan ser escritas, sino porque el tamaño de la resaca de volver al laboreo es directamente proporcional a los estimulantes que han sido las vacaciones.
Estiraré un poco los dedos y convenceré a mi cabeza de que la realidad ha vuelto.
Besos a montones,
Ocatrapse.