Leí Cien Años de Soledad a capítulo completo cuando tenía trece años, de tarde en tarde y sentado en una silla de pegajoso mimbre-polímero. Aprendí el leer adulto con novelas del Gabo, y aprendí a entender mi entorno de su mano. Lo que para sus lectores «extranjeros» era la excentricidad del realismo mágico, para nosotros era la cotidianidad.
Un poco más adelante descubrí cómo diagnosticar el Mal de Amores, luego de leer El Amor en los Tiempos del Cólera; y me sentí protagonista cuando reconocí los síntomas en mi mismo expuesto a los amores imposibles de la adolescencia.
Son sólo dos ejemplos, entre muchos, por los que vale la pena desearle a alguien a quien no he saludado en mi vida, que pase un día estupendo y que Dios le de salud y una vejez tranquila.
Felíz cumpleaños Gabo.
Viendo en retrospectiva cómo aprendi a «leer adulto», mis recuerdos de los tiernos 13 evocan autores tan dispares en espíritu y estilo como Curzio Malaparte y Miguel De Cervantes.
Así que mi agradecimiento – de lo cual no estoy tan segura en ambos casos – es más que póstumo, vetusto.
Nos vemos poco, Oca, verdad?
Sorry, fue un mal chiste de fin de domingo por la mañana.
Un abrazo,
Palas A.