Redundancia.

En la facultad de podología donde cursé mis estudios, asistí a una asignatura llamada Teoría de la Información. Era fundamental para mi carrera pero disfrutaba más reflexionando sobre ella que asistiendo a las clases. Sobre todo cuando los profesores no estaban a la altura de los contenidos. Me pasaba lo mismo con Investigación de Operaciones.

Según la incomprendida Wikipedia, la Teoría de la información es una rama de la teoría matemática de la probabilidad y la estadística que estudia la información y todo lo relacionado con ella: canales, compresión de datos, criptografía y temas relacionados. (aquí el lector se aburrirá y se irá a otra parte)

De los muchos conceptos tratados, había uno que siempre me resultaba enigmático: La redundancia. Desde el punto de vista teórico (continúo citando a Wikipedia, que para eso está) la redundancia es un factor de la comunicación que consiste en intensificar y repetir la información contenida en el mensaje a fin de que otro factor de la comunicación denominado ruido no provoque una pérdida fundamental de información. Vamos, se entiende. Repite para que quede claro. En la práctica se plasma con cosas tan triviales como tocar una puerta: Normalmente se toca tres veces con los nudillos para evitar que se confunda con otro sonido y se pierda el mensaje (en este caso cifrado) de que hay alguien en la puerta.

La cosa está en que después de muchos años de ejercicio profesional y de empeñarme en usar la redundancia para hacerme entender, he llegado a la conclusión de que sirve de poco para evitar una pérdida de información. De hecho, creo que más bien la propicia.

Ocurre especialmente en la cultura latina y el idioma castellano. Así las cosas, he podido comprobar que existe otro factor, no tratado por la teoría, que tal vez surta mejores efectos: La contundencia.

Es posible que te ganes la antipatía de muchos pero jamás te podrán argumentar con un pobre y chocante «¡ah! eso no fue lo que entendimos».

En conclusión: Gestionar las expectativas de la gente respecto a lo que va a obtener producto de tu trabajo, es más una labor de decirle lo que no va a obtener, que explayarte en una detallada lista de lo que va a ser el resultado de tu esfuerzo.