«Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías»
Lucas 23,2.
De los tres cargos que le imputaban, a mi me da que sólo uno de ellos le hubiera complicado el asunto en una hipotética estrategia de defensa. Pues de los otros, con alegar locura transitoria bastaba. Daos cuenta que de hacer milagros los sumos sacerdotes no dijeron nada. Digo más. Que Jesús lo tenía muy claro: si no se ponía a despotricar de los mercados se le estragaban los planes de ser crucificado, muerto y cepultado. Vamos, que conocía las debilidades del poder como si los hubiera parido.
Que poco hemos cambiado.