La Patria no es más que un racimo de primeras veces, por eso se pueden tener varias patrias a la vez. Lo que comenzó siendo la forma que se inventó el poder medieval para abaratar los costos de la guerra y no tener que tirar de carísimos sicarios asalariados sino de entregados súbditos low-cost, ha devenido por obra de la historia en una forma de identidad colectiva.
Sin embargo, resulta determinante que este concepto, al parecer homogéneo, no tenga un sólo significado, sino que esté compuesto a base de multitud de recuerdos individuales: Ese conjunto de primeras veces en las que, esencialmente, se ha sido feliz o se ha crecido como persona, habitualmente con dolor. Sólo las primeras veces tienen la potencia suficiente para asirse a la conciencia y modelar nuestra personalidad.
Cuando el equipo de fútbol de un país gana un partido al de otro, la euforia colectiva no hace referencia a un único sentimiento del llamado orgullo patrio sino al que los recuerdos que cada uno de los seguidores ha elegido para asociarle a ella. Por eso es un concepto tan plástico, tan dúctil, tan manipulable, porque al tirar de los recuerdos arrastra consigo un manojo de emociones. Creo que la patria no es un ligamiento histórico o jurídico, sino intensamente afectivo.
Así, el extraño sentimiento de sentir dolor por la patria, conlleva sentir dolor por las emociones particulares que la conforman. No se trata de dolor por una identidad imaginaria, ni de un concepto asociado a una nación o a una estado. Hay muchas patrias que no son nación y naciones que no tienen estado. Se trata de sentir dolor por el maltrato de tus recuerdos, lejanos o cercanos, pero particulares al fin.
Por eso pienso que seguimos siendo víctimas del poder cuando dejamos que el concepto de patria, así, en colectivo, forme parte del discurso político, porque hace el mismo daño para la convivencia pacífica entre diferentes, que las creencias dogmáticas o la religión, especialmente, cuando el concepto es secuestrado y convertido en fe. Patria es el nombre común que le damos a sentires diferentes, construidos de forma muy personal en el neocórtex de cada uno.
Cosas distintas son el territorio, la nación, la identidad social y el contrato de convivencia que nos damos los grupos humanos. Incluido, como no, a quién pagamos impuestos para que los administre y organice todo lo anterior. De esta forma, cuando se atenta contra el territorio, contra la nación, o se viola – elegante o cruelmente – el contrato de convivencia; los agresores (casi siempre patriotas gobernantes) no están traicionando a la patria, lo que parece despersonalizar el asunto. Total, siempre pueden argumentar que lo hacen por defender a su patria. A lo que se están traicionando realmente es a las personas, a cada uno de los individuos y a su derecho de buscar la felicidad (si a eso osáremos) en paz y en libertad.
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Caribe.