Shirley MacLaine

Shirley_MacLaine
Shirley MacLaine es ese tipo de persona que se adapta a la ficción como si siempre dijera la verdad. A mi juicio, pocas actrices pueden lograr eso. Pocas tienen la habilidad de empatizar con el espectador y lograr que se olvide de que la chica que le está contando un cuento, no existe. Especialmente, como lo hizo Shirley bajo la dirección de Wilder tanto en The Apartament como en Irma la Douce.

Las películas de Billy Wilder son como las bicicletas, para el verano. Al menos para un servidor. Así, en cada que puedo, vuelvo a ver algunas de sus inteligentes trabajos. Me las tomo con tiempo, y sin dejar de admirar cómo administraba los escasos de recursos expresivos a su disposición para contar historias de forma exigente. En mi desinformado juicio, durante la era de los grandes estudios la mayoría de los directores seguían haciendo hablar a las cámaras como lo habían estado haciendo desde mediados de los treinta, ciñéndose a una fórmula. Wilder lo compensaba con su sigilosa e inteligente manera de narrar.

Así que este año volví a coger El apartamento y a engancharme a Shirley como si se tratase de una chica de juventud con la que no se tenían opciones. No siendo especialmente bella1 —sin negarle atractivo— y muy lejos del estándar de diva, tiene el mérito de resultar muy auténtica en un papel de comedia. Es bien sabido que en las comedias los actores tienden a distorsionarse porque el público les perdona todo. Pero en ese papel, Shirley fue muy respetuosa con el público y supo mirar al infinito con suficiente convicción para soltar la que considero la mejor frase de todo el guion, porque refleja la verdad sobre una historia mil veces contada y vivida por tantas otras chicas ilusas.

Está visto que nunca aprenderé… cuando uno se enamora de un hombre casado no debería ponerse rímel.

¡Grande Señora!


  1. Para gustos, colores.