No sea pendeja Araceli, el polvo de despedida no existe. Eso es un cuento que se han inventado los hombres para exprimir hasta el último suspiro a las tontas que se enamoran como usted. Sólo lo hacen para asegurarse de tener la última palabra. Simple machismo, muchacha. A ellos el mono se le pasa en tres tardes, o en menos si encuentran a otra ingenua a la que embaucar inspirando lástima, pero si usted cae en la trampa, se puede pasar toda la vida intentando olvidar a ese malnacido. Fíjese en la pobre Milaidi. Aún vaga por ahí arrastrando los pasos y suspirando por las aceras mientras el desgraciado ese ya está casado y con la mujer preñada. Eso le pasó por lo mismo que podría pasarle a usted. La desdichada estuvo despidiéndose de ese desgraciado durante casi seis meses con todos sus sábados. Así que no caiga en la trampa Araceli. Hágame caso. Usted seguro que piensa como lo hacen todas, que si le hecha un buen polvo de despedida no la deja, pero eso es mentira mija. Y también es un peligro. Una está tan desecha que se somete a lo impensable. Dígale que no. Se lo digo por experiencia. Si yo hubiera tenido el guáramo de negarme, usted no estaría aquí pasando por esto. Hágale caso a su madre, !carajo!