Cariño: ¡Esa muchacha no es mía, te lo juro!

imageHay hombres a los que les aparece un muchacho tardío al que no conocían y mucho menos esperaban. Las madres de los mismos prefirieron en su momento cargar con todo el peso de la crianza antes que atarse, hijo a través, a un espécimen que valía para poco más que una temporada pasional. Vamos, la maternidad responsable de toda la vida.

Antes, estas situaciones se «escondían» dentro de la privacidad de la familia. Por ejemplo, cuando el chico dejaba preñada a una vecina y a la chica se le mandaba de viaje a gestar con una tía remota. Lo habitual era ( y es ) que la mujer llevara todo el estigma y el chico hiciera su vida como si nada. Así, cuando el hijo ya crecidito comenzaba a hacer preguntas, se le respondía con alguna media verdad y listo. Incluso, existían mujeres que por presión familiar no podían tratar como tales a sus propios hijos, como le pasó a Maria Montessori y su eterno sobrino Mario.

Esto no sólo sucedía con procreaciones de juventud, sino también en las maduras. Mucho niño se ha criado en el núcleo familiar sin ser hijo se ambos progenitores.

Pero con las nuevas tecnologías y el desvanecimiento de la privacidad se han trastocado los procedimientos tradicionales y, lo peor, comienzan a cocinarse por estas fechas peligrosos futuros malos-entendidos. Os pongo un potencial ejemplo: en estas vacaciones, mientras jugábamos con nuestras niñas en la playa, otra niña de poco más de un año se acercó a coger una de nuestras palitas, algo habitual en esa edad y que si no se corrige a tiempo deviene en que de mayores se decanten por la política.

La madre de la niña, una completa desconocida y que además era incapaz de ver a la criatura directamente, sino a través de la pantalla del móvil pues no paraba de hacerle fotos, pidió a su hija que devolviera la palita. En ese momento mis hijas y mi Mujer se habían ido al agua. Y allí estaba yo, solo en medio de un castillo de arena, extendiendo cariñosamente la mano para recibir una palita de manos de una niña que me devolvía la sonrisa mientras su madre inmortalizaba en momento sin mi permiso.

Las probabilidades de que esa foto llegue a las redes sociales es altísima y si se da la casualidad de que esa niña coseche cierta fama farandulera  en el futuro, no faltará la revista del corazón que titule, en alguna edición de verano y para romper la monotonia del calor, que fulanita halla a su verdadero padre… y a un servidor le terminen pidiendo una prueba de paternidad con el consabido despelleje mediático cuando, en nombre del honor, me niegue en redondo.

Susto.

Vacaciones pagadas

Cuando el Frente Popular francés instauró la entonces contranatura disposición de reconocer el derecho de los trabajadores a, unos días al año, cobrar sin trabajar, realmente creía que estaba llevando a cabo una acción progresista, pero a mi me da que no fue más que una jugada maestra del capitalismo para sentar las bases de otra industria, la del turismo masivo. Y es que si nos ponemos teóricos, el concepto del flujo circular de la renta es implacable.

Además, en esa nueva industria, los que menos tendrían derechos serían sus empleados directos, que estarían sometidos a la temporalidad y sueldos precarios. Vamos, una versión rebuscada de la explotación del hombre por el hombre cómo se decía antes.

Bueno… al comentario banal al que iba: la cosa está en que yo acuso directamente a los Acuerdos de Matignon de tres exasperantes consecuencias de la masificación del descanso producidas por las vacaciones pagadas. Los comedores atronadores en los que se engulle como si no hubiese mañana, las playas con espacios solo aptos para contorsionistas y  su invento estrella, los amores de verano. Todas ellas pequeñas tragedias de occidente a las que nadie en su sano juicio renunciaría.

!Lo que dirán de nosotros los antropólogos del futuro! Vergüenza.

Pequeñas tragedias veraniegas XI.

imageLe despidieron un lunes a las once y cinco de la mañana, justo un día después de cumplir cuarenta años y de reintegrase al trabajo luego de unas muy esperadas y felices vacaciones familiares. Era ese tipo de coincidencia a la que los guionistas recurren sin pudor cuando una historia se les está quedando sosa, y que sólo resulta verosímil si la protagoniza Will Smith.

Por esos días Antonio se aprendió de memoria la irregularidades que aportaba el gotelé al techo de su habituación y desarrolló la habilidad de andar a oscuras por la casa luego de semanas de práctica como forma de combatir el insomnio. Lo que lamenta Antonio, es que los políticos de su país, sin excepción, estén muy por debajo de la altura de su tragedia y sigan discurriendo como si aquí no hubiese ni un alma en paro.

Tal vez el problema sea que elegimos a gente extraña, y sabrá Dios a cuento de qué: Gente que da la impresión de ir por la vida sin tener la más mínima idea de a qué huele la mierda ajena.