Hay cosas que necesitan su tiempo para digerirlas, o directamente, que te las recuerden cuando tienes edad para aprovecharlas más allá del escobilleo de un conocimiento inútil. Cuando leí por primera vez a Hannah Arendt, no sabía que era Hannah Arendt. No era de mi tiempo. Simplemente el libro lucía enorme en el mostrador y llevaba un título estimulante: Los orígenes del totalitarismo. Años después, me vuelvo a encontrar con ella de sopetón, retratada en un texto de Gary S. Schall y Felix Heidenreich:
[Las ideologías totalitarias] legitiman su comportamiento ilegal, su “revolución” o “conquista del poder” con la necesidad de un estado de excepción. Asimismo, tienen que mantener ese estado de excepción artificialmente sea mediante “depuraciones” o la guerra1
Y nada cambia.
1.- En Introducción a las teorías políticas de la modernidad. Tirant lo Blanch. Las comillas del original.