De Sinatra se podrá decir de todo, pero hay un detalle que, como artista [atención: se aproxima un lugar común] acrecienta su leyenda: Se tomaba la molestia de presentar las canciones, mencionar y agradecer a sus autores y mimar al arreglista diciéndole lo bien que le había quedado el tema. No era una cosa falsamente metódica, pues no lo hacía con todas las canciones todo el rato; pero siempre que estrenaba una o cantaba ante un público poco avezado las introducía amablemente.
Hoy, prácticamente nadie lo hace. De hecho, probablemente muchos cantantes ni sepan quién ha escrito la canción que le da de comer.
Razón tenía mi madre: ¡De malagradecidos está lleno el mundo!