Todo es como ir a la luna

Los creativos de publicidad están abusando de la épica. De paso, dejan ver que se están quedando sin ideas.

Da igual si se trata del lanzamiento comercial de una máquina de afeitar, un chicle o un nuevo móvil. Casi siempre comienzan con aquéllas imágenes en blanco y negro de los grandes saltos de la humanidad para asociar su producto a la azaña.

Una banalidad. El problema es que la gente se lo cree y dice,!Oooh!

Y eso para mi es equiparable a una noticia falsa. Es malo. Especialmente para las nuevas generaciones que se pensarán que están siendo testigos de algo trascendental y que esas chuminadas se perecen en algo a, por ejemplo, ir a la luna.

Vaya.

No estamos solos

Y ya no digo si lo estamos en el universo (es probable que no) sino en sitios más mundanos.

A veces como solo, en plan catarsis. Busco alguna mesa remota, evito la hora pico y mastico con lentitud.

La pareja de la mesa contigua lleva un rato sin hablarse. Parecen gente simpática y a veces sonríen para adentro. Pero aunque físicamente están juntos en la mesa, cada uno está comiendo con otros.

Han sustituido el cuchillo por el móvil y comen otando el suroeste. Lo único bueno es que no hablan con la boca llena.

Tal día como ayer

Tal día como ayer este blog cumplió quince años. Si estuviésemos de guardia en la redacción de sociedad de un noble diario del Caribe profundo, nos veríamos obligados a escribir cosas como: “parece que fue ayer”, “como si el tiempo no hubiera pasado”, “el mérito de la perseverancia” y cosas así, pero no es el caso.

Aún existe porque sigue sirviéndome —a pesar de sus cientos de comas mal puestas— para los mismos fines del primer día y en un ejercicio tan necesario que sale sin darse cuenta. (Apuntad esto último queridas hijas).

Las estadísticas indican que más o menos cada ocho meses pasa un lector desconocido a picotear algún artículo antiguo. De resto, es un blog sin lectores presentes, lo cual no debería resultar extraño, pues de alguna forma funciona como los diarios íntimos decimonónicos.

Mientras siga siendo tan dócil a lo que le escribo y no rechiste ante tanta perorata, es más que probable que siga vivo.

¡Salud amigo!