En aquellos días, el Caribe hervía en la moda informática. La adoptó del norte, con la misma transparencia y naturalidad con la que aceptó el béisbol, cuarenta años antes. Al principio, la atención estaba centrada en las máquinas, que se anunciaban con obsesivos detalles, como los botones de reset y turbo. Pero el software era otro cuento. Se obtenía sin ningún esfuerzo, intercambiándose, cual barajitas, entre amigos y vecinos. Incluso, y bajo el auspicio de institutos y universidades, eran facilitados por profesores como quien pasaba una guía de estudio. No había monopolio, y la diversidad genética era hermosamente saludable.
Era una fiebre. Curiosamente, los más propensos a padecerla, eran los médicos, que se dejaban contagiar con una facilidad pasmosa. En los pueblos, donde populaban las academias de computación, se llegaron a extremos anecdóticos: Conocí a una señora de su casa, reconvertida en cyberpitonisa, cuando descubrió en una de esas, un software que sacaba el biorritmo.
Además del sistema operativo, había que agenciarse una suite indispensable de software, desarrollado usualmente en solitario, por gringos en claustro que comían pizza y se dejaban la barba. Lo primero era un procesador de palabras. De los muchos que surgieron, uno de los que vivió su momento de gloría en el Caribe fue WordStar. Éste permitió la popularización de los carteles Se pasan trabajos en computadora. Wordstar, fue el primer software que conocí que implementaba un concepto parecido a los actuales plugins. Por ejemplo, para imprimir, formatear, o corregir ortografía, tirabas de otros programas independientes del core. Wordstar aún tiene una ristra de nostálgicos seguidores, que intercambian esos add-ons. Debo confesar, que incluso después de la aparición de la chocante y minimalista interfaz azulada de wordperfect y la popularización del monopolio de Word, usé Wordstar para desahogar mis penas. Como antaño, encontrar una copia legal de Wordstar es casi imposible, hay que estar pendiente de alguna subasta de software antiguo en ebay.
Por otro lado estaba el procesamiento de datos. El Jet Propultion Laboratory dio al mundo el estándar para el PC, el dBase. Durante años, este formato comandó esta rama y como muchos otros de su generación (foxpro, por ejemplo), sus historias de ascenso y caída están llenas de hazañas que merecen notas individuales. Aún hoy, dBase Inc mantiene los derechos sobre el producto y una que otra vez saca versiones de coleccionista.
Finalmente estaban las hojas de cálculo. Todas ellas muy famosas, como lotus 123, pero surgidas a partir del revolucionario concepto (nunca patentado) de VisiCalc. Como la joya de la nota, les dejo este linkde donde pueden obtener, una copia ejecutable del programa de manos de Dan Bricklin.
Si quieren jugar a la arqueología, ármense de brocha, cachucha y lleven los ojos bien abiertos cuando vean una computadora en algún chiringuito de lotería ilegal, muy probablemente allí hay una copia viva de dBase o Foxpro gestionando la suerte. También pueden encontrar yacimientos interesantes, en los bufetes de abogados carcamanes, donde muy seguramente Wordstar sigue dando la talla en sobre el difícil mundo del papel sellado.
Más:
http://www.oldsoftware.com/
http://www.euronet.nl/users/fvempel/software.html
http://www.seanet.com/~klaw/files.htm
http://www.undercoverdesign.com/dosghost/dos/dos_vers.asp#commercial
http://www.emsps.com/oldtools/versions.htm
El sitio web de Dan Bricklin está bastante interesante. Incluso tiene un weblog.
Bienvenido Jenri.
A mi me gusta, porque es raro encontrar a pioneros en activo. O al menos, que continúen comentando constructivamente sobre tecnología, creando, cuestionando, en fin. Fue la gente que creó los conceptos básicos del software que disfrutamos hoy en día.
Recomiendo echarle un ojo a este artículo: http://www.bricklin.com/patenting.htm
Ocatrapse.