Comienza a ser preocupante1. Entiendo perfectamente que la práctica del arrogante desprecio es inmanente a la juventud y que todos pasamos por ello con la misma indiferencia con la que nos sacamos los mocos en público. Me vale que miren con condescendencia a los levemente mayores cuando usan sus nuevas tecnologías, porque, al final, la adultez convierte en inocuas esas miradas. Pero lo que me parece decepcionante es que se pierda el deber de la curiosidad propia de la juventud, de preguntarse el origen de las cosas antes siquiera de tomarse la molestia de formular una burla, muy habitualmente, de torpe y fatua construcción.
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El veinteañero me pidió un dato que procedí a buscar en mi móvil. Un aparatejo sofisticado, sin duda, pero que adjetivan de smart por pura prosopopeya publicitaria. Cuando el imberbe me mira teclear la búsqueda… suelta un respingo de asombro. Se tapa la boca mientras se encorva para acercar la vista y ahoga una burlona risita de velatorio mientras agrega: ¡Pero tío, que usas un teclado del siglo pasado!
Vamos a ver muchacho: Este teclado que uso es, en efecto, del siglo pasado, pero el que tú usas es el mismo que tenía la máquina de escribir con la que transcribieron la partida de nacimiento de tus bisabuelos. Vale que Steve Jobs tenía mirada para el buen gusto, pero de allí a adjudicarle la invención del teclado QWERTY hay un trecho. Porque el agravio se lo debemos a don Latham Sholes que en 1878 registró, luego de darle muchas vueltas, esta patente. Lo que vino después te lo dejo como deberes para casa.
El teclado que uso contiene los dos últimos aportes fundamentales para la simplificación de la introducción de texto en dispositivos manuales: Por un lado, la contribución de John Karlin, el sicólogo industrial que introdujo el teclado numérico de botones a medidos de los sesentas (con ese 1 en la esquina superior izquierda, el # y el *) y por el otro, todos los esfuerzos llevados a cabo por muchos ingenieros para el desarrollo de los algoritmos de texto predictivo, especialmente el T9, que es el más extendido y está basado en una patente adjudicada en la postrimería del siglo. A mi juicio, el teclado QWERTY no es el mas adecuado para dispositivos pequeños, al que se adapta mejor por ergonomía y elegancia el T9. Para qué necesito veintisiete minúsculas teclas si con nueve bien espaciadas me es suficiente. Además, puedo hacer algo fundamental y últimamente en desuso en los llamados dispositivos móviles: Escribir cómoda y rápidamente con una sola mano.
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El chico, como mucha gente, había caído en la tentación de asumir que la tecnología que usamos hoy en día es tecnología sin ombligo. Muchos no se percatan de que el grueso de los inventos de uso cotidiano rara vez encierran un punto de inflexión en relación con nuevos conocimientos como era habitual (en apariencia) a finales del siglo XIX. Hoy, la innovación es más un ejercicio de integración creativa que de excelsas singularidades de la técnica. Estamos en la etapa del ciclo en el que ya nada nos asombra porque evoluciona de manera predecible. La parte buena es que estamos cerca de otro gran salto.
1.- Léase el siguiente párrafo con tono de indignación moralina, especialmente, haciendo agudas las sílabas cercanas a las comas y como quedándose sin aire al final de las oraciones. 😉