Política de Gestos

De pequeño, mi madre me obligaba a vestirme con algún regalo de mi abuela -por mucho que me desfavoreciera el ánimo- cada vez que íbamos a visitarla. En correspondencia, mi abuela siempre usaba el perfume repetido con el que yo la obsequiaba cada día de las madres, el mismo que me producía una alergia de antología.

En mi pueblo de pobres, las familias dejaban lo que no tenían para celebrar las primeras comuniones de sus hijos. Me resultaba curioso ver cómo mis compañeras de clase, habitualmente ataviadas con la modesta simpleza de la necesidad, se convertían de pronto y por única vez, en esa especie de novias infantiles o monjas prematuras –si había de por medio alguna promesa que cumplir- con guantes blancos, a pesar del sopor y pulcros zapatos de charol.

Para las bodas era algo parecido. Y aunque no me resultaban atractivas, ante cada nueva invitación, mi madre nos volvía a disfrazar. A mí, con mi único traje de mayor, adaptado de uno de mi padre, y a mi hermana con un hermoso vestido de tafetán. Con los funerales pasaba lo mismo. Yo los odiaba. Sin embargo mi madre insistía, siempre alegando dos razones. Las mismas por las que me vestía con los regalos de mi abuela, por las que íbamos a bodas, y por las que siendo pobres desafiabamos la encases: Primero, porque no hacerlo era un mal gesto y eso era casi como un pecado; y segundo, porque todas esas celebraciones eran las mejores oportunidades para entablar y mejorar las relaciones sociales (e institucionales) y desperdiciarlas, si que era, con toda seguridad, un pecado.

No voy de monárquico con esta nota, espero sepas entenderlo querido lector. Pero si la política exterior hispanoamericana estuviese en manos de mi madre, ésta no hubiese errado en la política de gestos, desatendiendo a la invitación que el Jefe de Estado español, Juan Carlos I, hizo personalmente a todos los Presidentes de Hispanoamérica para que asistiesen a la boda de su hijo Felipe, curiosamente, una de las pocas personas que puede decir, que ha asistido –desde los quince años- a la toma de posesión de todos los actuales –y pasados- presidentes de nuestro continente. Quien ha escuchado, como el pueblo, una y otra vez las mismas promesas, ha visto accidentarse Rolls-Royces en explanadas suntuosas, y hasta ha sido testigo de juramentos sobre constituciones moribundas.

Sólo los de El Salvador, Panamá, Ecuador y Colombia se han apersonado. Los demás, se han inventado la falta de flux, la alergia a las colonias y la presión de la escasez. Excusas tangentes, porque ni siquiera Nelson Mandela, un tembloroso octogenario de bastón, le ha hecho un feo, y ha tomado un vuelo comercial, de catorce horas, para sonreírle al mundo con sonrisa de su pueblo, que es el gesto clave, con el que se hace política en estos actos.

Además de políticos que hablen Inglés, como decía Janet Kelly, nos faltan madres rigurosas en el protocolo exterior, de esas que te dicen que no señales, que no te saques los mocos en público y que cierres la boca que pareces tonto. En fin, esas expertas en apaciguar el orgullo inútil y evitar los pecados por desperdicio.

8 pensamientos en “Política de Gestos

  1. Oca, Muy brevemente – por ahora – dos cosas:

    1. Vuestra señora madre practicaba en ese entonces lo que hoy día parece ser tema obligante entre los «eruditos» organizacionales: Cultivar el capital relacional…

    2. La no asistencia de la bestia que gobierna Venezuela, al matrimonio real no se debe a ninguna de tan loables excusas, for sure!
    Pero sus Majestades deben agradecer a Dios que así haya sido, ya que de lo contrario no me imagino cómo habrían manejado la ya típica falta de educaciòn, decoro y modales ( por describirlo piadosamente) que caracterizan a ese individuo…

    Besos
    Palas

  2. Ya que va de gestos, aún no sé cómo procesar el de la señora que fue a la boda del siglo con un atuendo de payaso… Creo que – como mínimo – debe haber despertado la envidia de Gaby, Fofó y Miliki, dado que entre los invitados estaba uno de los descendientes de los sonados payasos españoles.
    Lo cual me lleva a reflexionar sobre temas tan profundos como la desubicación de los individuos y el concepto de rancho en la cabeza…

    Dress to kill
    Palas

  3. Hola Palas:

    Del primer comment: Si, un caso más en el cual los gurús hacen dinero a partir del sentido común, o en el más condescendiente de los casos, del conocimiento ancestral.

    Del segundo comment: Bueno, me la pones difícil. Tendré que recurrir a la prensa del domingo. Estimo que debe haber mucha gente que entra dentro de la definición. Pero de todas formas, hay mucha gente que se viste de acuerdo a su personalidad y por eso no desentona y mucho menos si vive de su personalidad. A ver, quiero decir. Van vestidos con su personalidad y no causan especial alboroto por ello. Un caso típico es el de una diseñadora, llamada Ágata Ruíz de la Padra, que a donde va, lleva sus propios diseños. Va vestida de ella misma pues. Probablemente si fuese de otra forma, si desentonaría.

    Aunque me pones en un aprieto estético. Porque de verdad, es que no tengo un criterio calificado sobre la moda y el saber estar, y también soy poco propenso a percatarme de dichos errores.

    Un Besote.
    Oca.

  4. Bueno, pues como que sí es esa señora: La que se puso un trajecito al mejor estilo de la Twiggy (solo que con más relleno que la modelo de los … 70 creo) rojo, amarillo con corazón de centro morado y un zapato y una media de cada color. De la patada!
    Yo creo que dado lo tempranero del evento, a lo mejor se vistió a oscuras…
    Las otras señoras, plumas más, plumas menos, estaban acordes con la ocasión. Sólo que a mí, particularmente no me gustan esas pamelas que obligan a mantener más de 60 centímetros de distancia con las usuarias, so riesgo de perder un ojo en caso contrario.

    Bien, ya estamos a tono con el espíritu nacional, que ha dedicado alrededor de 200 horas noticiosas ente el antes y el durante de la boda.

    Un abrazo palaciego
    Palas

  5. … y yo que estuve pendiente de la tele para por si, en cualquier momento, el mayordomo Real anunciaba algo parecido a un: «…el Marquès Ocatrapse».

    De todas maneras el comentario de hoy me hizo recordar que lo mejor de la boda fue un niñito que le cayò a patadas a una niñita, claro en un acto que no tenìa nada que ver con la rigidez del protocolo y una seriedad un tanto inusual para una celebraciòn que debìò ser màs alegre. Porque de eso se trataba ¿no?

    Bien, un saludo. (Incorporandome a la vida despuès de quedar unos dìas atrapado en las tinieblas de las divagaciones bituminosas sin salida) 😉

  6. Que va… si soy plebeyo… el único que me trata de Don, es el banco y eso porque no me conoce bien… por cierto, para lo que ha quedado Don, desgastado por el uso indiscriminado.

    Don:
    1. m. Tratamiento de respeto, hoy muy generalizado, que se antepone a los nombres masculinos de pila. Antiguamente estaba reservado a determinadas personas de elevado rango social.

    Lo de las Patadas:
    Pues fíjate, fue un excelente ejemplo de Política de Gestos. 🙂

    Seriedad de la boda:
    Bueno… tenían vino en la recepción… algo ó alguien, de seguro, se encargó de poner la nota ausente.

  7. Querido Oca, (Marqués de la Oca te parece bien?)
    Ahora que lo dices, se me olvidó comentar que desde mi ignoracia del protocolo real, me parece que el discurso del príncipe ( que dicho sea de paso es muy majo, él) sonó como la Declaración del Acta de Dependencia ( de él con su consorte)

    Pero como dije, es mi ignorancia de cómo se manejan tan grandes asuntos en las cortes, y de la política de gestos permitidos en tales eventos, lo cual explicaría el tímido beso que escasamente se atrevió a rozar la mejilla en público

    Un plebeyo saludo,
    Palas

  8. Está bien. Hablemos de «esos» gestos:

    La función constitucional del Rey es Jefe del Estado. Y la connotación del la boda, era boda de estado. La monarquía tiene un conjunto de tradiciones, que no protocolos, con las que viven desde hace siglos y algunas se superan con más facilidad que otras. Así, rara vez verás a los miembros de la familia real española manifestando afecto en público del mismo modo que la mayoría de la gente. Pero eso también lo superarán algún día. Ya que con que haya casado el heredero con una plebeya divorciada es una salto cualitativo.

    Por otra parte, del protocolo y esas cosas no entiendo mucho. Porque todavía me estoy formando una opinión acerca de la función de las monarquias.

    PD: En España no hay corte real. Gracias a Dios. Con lo cual, más bien la ignorancia la tenemos en cómo se manejan las cosas en palacio.

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