Seamos hoy poco originales, que hace calor.
Hay objetos cotidianos con diseños de broma. Estoy seguro que sus diseñadores los utilizan como forma de diversión, y no dudo que se paseen por los lugares donde sus repelentes artefactos son utilizados para echarse unas risas. Pongamos por ejemplo, algunos objetos habituales en los bares.
Empecemos por las teteras monodosis de acero inoxidable, esos pequeños engendros donde sólo cabe el agua para una exigua taza y una apretada bolsita de té cuyo cordelito tienen los camareros la costumbre de enrollar al pomo de la tapa. Es un diseño casi de monopolio y harto imitado que tiene muy logrado el efecto derrame, ese que hace que sea imposible verter el contenido a la taza sin que el líquido salga por todos lados, menos por el lugar esperado.
Otro ejemplo son las servilletas de cera y su conocida y eficiente propiedad anti-absorbente que garantizan el efecto contrario al esperado facilitando que tus manos queden absolutamente pringadas. Se ha hablado tanto de ellas que ya es una seña de identidad patria que obviaremos comentar, salvo el detalle de la homogénea y sospechosa tipografía que pone: Gracias por su visita.
Finalmente, tenemos el inventazo del secador de manos eléctrico que, obviamente, es el más hilarante de todos. Rigurosos estudios del equipo de optimización energética de la Universidad de San Edermo del Cortijo han concluido que resulta tan eficaz como la vieja costumbre de agitar las manos al aire como método de secado. Eso sí, es una forma de evitar cualquier percance dislocatorio de las muñecas en el eventual escenario en el que no midamos bien las fuerzas.
Lo más curioso de todo es que, con lo permeable, afines y exigentes que nos hemos vuelto con los objetos y propiedades innecesarias de la post-post-modernidad, -especialmente con aquellos que nos han creado necesidad que no teníamos- sigamos siendo tan sumisos y permisivos con unos inventos que no se han renovado en años. A veces pienso que puede ser por amor. Siempre y cuando entendamos esa relación como la Caballé y a estos objetos los «queramos por sus defectos.»
Raritos que somos.
Nota del cartero:
Son objetos radicados en España, pero seguro que existen sus equivalentes para los lectores imaginarios del Caribe, por ejemplo, el dispensador de palillos, el mini trozo de pitillo para remover el café y el cierre «hermético» de los recipientes plásticos de la comida para llevar.