Hace tres años compré las entradas para ver en Madrid a Marcel Marceau con una sensación de ahora o nunca. Habiéndolo visto siempre con su uniforme de trabajo, sólo podía confiar en la supuesta mortalidad del humano, para suponer que esa gira, sería la última. Aunque también podría haber pensado que los genios son inmortales, pero en fin. Luego en el escenario, cuando te viene a la mente que ese señor, se mueve como un muchacho, se te ocurren cosas como que tiene dobles, como algunos dictadores, pero no para cuidar su integridad física, sino su reputación.
Así las cosas, me sorprendió leer hace unos días, que Marceau estaba con sus ochenta y un años encima, nuevamente de gira. Y no sé a cuento de qué, lo primero que se me vino a la cabeza fue que, tal vez, callar alarga la vida.
Siempre he imaginado que hablar en silencio es un don que sólo se le otorga a esos matrimonios ancianos que llevan siglos juntos. Les miro de reojo en el metro y me fijo como mantienen animadas conversaciones, sólo mirándose (y a veces ni eso). Y como van de un tema a otro, por ejemplo, cuando señalan discretamente con el meñique, los pelos de un rasta que acaba de subir al vagón y sonríen. Eso va más allá de la complicidad, es un alarde práctico de telepatía.
Algunas de las personas más longevas que conozco, han llevado un estilo de vida en el que efectivamente utilizan el habla con economía, y se comunican más a través del silencio. Mi abuela por ejemplo habla en sentencias, con lo cual es mejor hacerle caso, aunque compensa cualquier malentendido con una agradable y honesta sonrisa mientras te escucha.
En todo caso, creo que el mejor de los silencios, es el que se hace para escuchar, aunque la cruda realidad corrobora lo cuesta arriba que se pone desarrollar semejante nivel de superación personal. También hay -me incluyo- quien confunde, a veces, comunicación con dar conversación y pues se vuelve a lo mismo.
Por mi parte y en espera de estudios científicos más precisos que mi intuición, permaneceré fiel a los complejos vitamínicos, y a cuanta infusión prehistórica me conminen a tomar.
Never get a mime talking. He won’t stop.
Marcel Marceau
Tal vez no sea un problema de cantidad, sino de calidad de lo que se habla 😉
Pero como hablar suele ser barato… y callar caro, por allí viene la cosa.
Sí, la verdad es que me inclino mas hacia las pocas palabras…… y no solo todo lo que relatas….. si no que además, lo único que realmente es tuyo es lo que te callas….
Cierto: «Uno dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice»
Pero cómo nos cuesta mantener la bocota cerrada a veces!
Un callado abracito de inicio de semana,
Palas A.
Sorry, I forgot something!
Me parece bien que esperes a que haya soporte científico para tu recién nacida hipótesis entre la parquedad en el hablar y la longevidad, y te tomes tus multivitamínicos.
Mira nomás la edad del monstruo de Cuba, que físicamente se parece ya al Rasputín de Anastasia (Walt Disney) y encima va y se cae y no se le rompre nada vital! Y hay que ver cuánta chorrada ha salido de esa boca!!!
Y sin ánimos de remover heridas patrias, el Generalísimo no era un cuarentón precisamente… Y también le encantaba escucharse a sí mismo.
Moraleja: La longevidad es una dama caprichosa e impredecible, que se aloja con total desparpajo tanto en sonrientes abuelitas Oca, como en bichos deslenguados y malvivientes.
Palas dixit