Cuento de Navidad

Betty lavaba a mano hasta ayer. Pablo se ha aparecido esta tarde en casa con una lavadora automática, vasta y multibotónica. Un ingenio importado de Italia, que no plancha la ropa, pero casi. En el pueblo está bien visto que los hombres compensen su torpeza emocional con magníficos electrodomésticos; dejando a la imaginación de la mujer parida y enamorada la determinación de la intensidad del amor de su hombre. (Por eso es importante cerciorarse de comprar el más grande.) Pablo tiene dos hijos con Betty, a los que sólo visita cada quince días, por causas de fuerza mayor. No pasan necesidades, van a la escuela con aspecto pulcro, hacen el lujo de la merienda y los sábados por la tarde asisten a catequesis, porque en mayo harán la primera comunión.

Pablo más que un marido, es un Tutor. Quince años mayor que ella, se presentó una tarde por la casa de la Familia de Betty buscando una muchacha para que le limpiara la quinta que tenía en el pueblo, que sólo utilizaba ocasionalmente cuando venía de la capital por asuntos de negocios. En menos de seis meses, las visitas se hicieron más frecuentes, aunque motivadas por otro tipo de lucro. Al año y medio, ya había un Pablo Segundo, la casa estaba a nombre de Betty y la antes insulsa vivienda, ya tenía hasta seibó, y un cuadro de la Última Cena observando aburrido el comedor.

Betty es un tipo especial de mujer. Agradecida, paciente y tierna, con un pragmático sentido de la vida y asumida en su papel de La Otra. Lleva con orgullo ser junto a sus hijos, la familia alternativa de Pablo y hace unos meses organizó una fiesta para celebrar los diez años que llevan juntos. Pero a medida que los niños han ido creciendo, se despierta un poco incómoda por las mañanas. Le molesta que sus hijos vean la vida como los hijos de Romelia, la viuda. No es que pablo no sea un padre generoso, que lo es; pero sólo los fines de semana. Las noches de navidad y año nuevo, las tiene que pasar con su familia. Es un acuerdo tácito, que no se discute. Ella es mi esposa Betty, ya te lo he dicho.

Betty intentó canjear la lavadora por una noche de navidad de Pablo con los niños. Total, el azulillo del jabón ya no podía hacer más daño a sus manos. Sólo te pido que abras los regalos con ellos, le dijo, que le pongas las baterías y te dejes ver acompañándolos en la plaza. Pablo sorbió el último pocito del café, se chupó los labios, la miró con firmeza y le dijo: No puedo.

Betty se vistió de salir una vez más, como había hecho todas las navidades anteriores. Le puso la ropa de estreno a los niños, le troceó la comida a Eugenio, el menor, y luego estuvo un rato en la plaza, encendiéndole las luces de bengala a sus muchachos, y dando lástima, como Romelia. Suelen sentarse juntas por estas fechas, pero obvian hablar expresamente de las penas que arrastran.

Antes de volver a casa, para acostar a los niños y poner los regalos al pie del árbol, se hizo un silencio entre las solas. A veces pienso que estaría mejor si simplemente fuese la querida, y no La Otra. dijo Betty, con hombros de resignación. Romelia se recogió el cabello que le estorbaba en la cara, juntándolo con naturalidad espartana detrás de la oreja. ¡Ay hija! respondió. A veces pienso que estaría mejor si simplemente fuera tu.

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Nota del Cartero: Si bien es cierto que, probablemente, por estas fechas nadie pase por aquí, quisiera dejar escrito un deseo sincero de que la pasen bonito. Además agradecerles la deferencia que manifiestan al leerme. Lo asumo como un presente de Navidad.

0 pensamientos en “Cuento de Navidad

  1. Querido Oca,

    Sea cual fuere la fecha, si tengo un «ordenador» a la mano, aquí me tendrás siempre de visita.

    Que el 2005, desprejuiciado y sin memoria, pero cargado de expectativas y novedades, irrumpa en tu vida como la primavera, que todo lo despierta y revive.

    Un abrazo de aquí al infinito y más allá ( Bugs Light Year dixit)

    Con la bendición de mis colegas del Olimpo,
    Palas Atenea

  2. Muchas Gracias Palas. Has escrito un comment extremadamente oportuno. Te quiero mucho y espero esa irrupción primaveral con la misma intensidad con la que me la deseas.

    Un beso enorme
    Oca.

  3. seibó… cómo los odio…

    esta historia no sé por qué pero me recordó a mi historia favorita de Navidad, The gift of the Magi… sólo que es como la versión post moderna… o algo así