Además de los imposibles, mis preferidos son los amores épicos. Ya por estos días es rarito encontrar de los primeros – la gente se pone muy pocas barreras cuando de ganas se trata – pero los épicos siguen erigiéndose como bastiones de las vicisitudes de los afectos, aunque, a falta de la pomposidad del medioevo, éstos vienen ahora simbolizados en otros formatos. A mi me gusta citar el del destino inapelable de enamorarse de una muchacha que vive, literalmente, al otro lado del mundo. Donde el viento se devuelve. En los confines de la tierra media, como quien va para Andrómeda, para ser objetivos.
En esos casos la distancia que se tiene que recorrer para visitarla es la mayor prueba continuada de amor que, en medio del cansancio, se puede llegar a ofrecerle. Conozco amigos que hacen viajes de horas, atravesando ciudades, realizando transbordos y haciendo el trayecto en varios medios de transporte, para estar con sus complementos.
Te lo cuentan con un ademán de sacrificio medieval, recitándote la tragedia de sus ampollas como si fueran miriópodos. Les digo que no deberían quejarse, porque hoy en día, los cambios sociales permiten que te reciban con un abanico más amplio de posibilidades; porque en mis tiempos, a lo máximo que podías aspirar era a un Kool-Aid sin hielo.
Adolezco de un tío materno para quien la pura existencia de este suplicio fue motivo de matrimonio obligado. Los padres de la muchacha decidieron casar a las criaturas, ante el riesgo de cargar eternamente con la culpa moral de la muerte del pretendiente. Temían, al verle llegar tan pálido en las soporosas tardecitas de domingo, que en una de esas el caballero pereciera por agotamiento ante semejantes esfuerzos.
Aunque en el mundo occidental moderno ya eso no se lleva – digo, lo del matrimonio por agotamiento, de hecho ha pasado a ser más un causal de divorcio – el simbolismo detrás de las travesías afectivas sigue teniendo un lugar dentro de las manifestaciones de amor. Quiero decir, ante tantísimos facilitadores de la comunicación (email, teléfono, mensajes de texto, de voz) sólo pocos gestos quedan disponibles para mostrar (desde la perspectiva masculina) la nobleza de los sentimientos a través del (leve) esfuerzo físico. A saber: esperarlas con estoicismo mientras vuelven del baño, salir de compras con la serenidad de un diplomático nepalí o, irlas la visitar, literalmente, al otro lado del mundo.
También hay que considerar los amores «odiseicos» donde las penurias van más allá de las – muy meritorias- transpiraciones por la caminata para ver el rostro de la bienamada.
Me refiero a esos encuentros y desencuentros de los que se casan y se descasan y dejan de verse largos años, sólo para descubrir que no hay otra pareja como la que tenía… hasta que un día el tío Destino los vuelve a poner frente a frente a la vuelta de una esquina, o de un e-mail según corresponda a la cultura cibernética de los susodichos…
Hace algñun tiempito ya, conocí una pareja así. Fue una historia tan romántica que parecía más guión de novela que vida real.
Hay para todo!
Feliz segundo día de semana!
Un abrazo,
Palas A.
Te concedo razón sobre que las expresiones de amor tienden a desparecer, como tan prolífico blogger lanza el anuncio anteayer.
Yo resumo en dos condiciones el mantener vivo el amor, a punta de expresiones, resultados de estas: el sorprender y el reír.
Sólo hay que detenerse a pensar en qué hacer para mantener una risa. La otra más especial, cómo hacer para sorprender.
Palabras que sólo un romántico incurable puede entender y esforzarse en hacer.
Por cierto, algún día te podrías tirar uno de esos análisis endógenos sobre el por qué en España no se dice: TE AMO… te pueden decir lo que sea, pero esas dos palabras juntas… ni por el carrizo.
De nuevo la preguntita:
Porqué en Inglés la expresión verbal de amor/afecto es «I love you» y no «I want you»; en Francés je t’aime, pero no » te veux»; pero en Español todo el mundo «quiere» pero pocos (si alguno) «aman»?
Será que lo volitivo priva sobre lo emotivo en algunas culturas y ello se evidencia en el lenguaje?
No sé, carezco de tiempo para pensar e investigar en lo que dicen antropólogos, psicólogos y linguistas, pero de fijo que Oca o ya lo sabe, o se pone a investigar…
Otro abrazo,
Palas A.
Palas, Okicker… pues más que investigado he pensando mucho en ello y pues, que decirles… que mejor lo pongo por escrito. Me preparo una nota a ver cómo sale. Y por cierto, si que hay quien ama en Español.
Besos dobles.