Tal día como ayer este blog cumplió quince años. Si estuviésemos de guardia en la redacción de sociedad de un noble diario del Caribe profundo, nos veríamos obligados a escribir cosas como: “parece que fue ayer”, “como si el tiempo no hubiera pasado”, “el mérito de la perseverancia” y cosas así, pero no es el caso.
Aún existe porque sigue sirviéndome —a pesar de sus cientos de comas mal puestas— para los mismos fines del primer día y en un ejercicio tan necesario que sale sin darse cuenta. (Apuntad esto último queridas hijas).
Las estadísticas indican que más o menos cada ocho meses pasa un lector desconocido a picotear algún artículo antiguo. De resto, es un blog sin lectores presentes, lo cual no debería resultar extraño, pues de alguna forma funciona como los diarios íntimos decimonónicos.
Mientras siga siendo tan dócil a lo que le escribo y no rechiste ante tanta perorata, es más que probable que siga vivo.
¡Salud amigo!