La igualdad salarial me parece discriminatoria para la mujer que decide tener hijos. Realmente, creo que lo es para todas las mujeres, sospechosas habituales de querer reproducirse. Para dejarlo más claro, pienso que quien lleva la configuración biológica de la reproducción debería ganar más. Me refiero a un planteamiento universal de base; de allí en adelante, que prime el talento y el valor de cada quién como persona.
Esta discriminación es mucho más palpable en los trabajos que requieren menos cualificación y donde las diferencias asociadas al valor agregado que aportan las personas a las empresas no son determinantes. Así, la diferencia salarial entre hombres y mujeres es una cuestión de descuento anticipado que realiza el empresario para amortiguar la eventualidad de la reproducción.
Aunque las bajas por paternidad se equiparen en tiempo y coste a las de las mujeres y una nueva generación de hombres seamos absolutamente capaces de compartir las implicaciones de la crianza (no sólo del cuidado), las mujeres seguirán ganando menos en una negociación cuerpo a cuerpo por una inercia social muy bien establecida.
Ahora bien. Es muy probable que el ajuste social necesario para pagar más a las mujeres pueda no encajar en el discurso de la igualdad, que a veces puede resultar escaso, sino en el de la equidad y la justicia: el terreno de los derechos sociales, los que aplican a nosotros como un todo.
Venga… quién hace de Rawls y quién de Nozick.