El retraso es como Dios, está en todas partes. Y como a Dios, los humanos le ignoramos olímpicamente. En cualquier estimación, desde la más simple y cotidiana como el tiempo que nos tomará llegar al trabajo, realizar la compra o completar una gestión bancaria; hasta las más complejas obras de infraestructura o de desarrollo de tecnología punta, el desdén por el retraso es de antología. Casi ninguna actividad que el humano planifique contempla en las ecuaciones de estimación, la insalvable desviación al alza, producto de nuestra incapacidad para estimar tomando en cuenta los factores de retraso.
Lamentablemente, la estimación del tiempo de duración de una tarea realizada por humanos, parece no ser una disciplina científica. Y creo que por esta razón, no es un ejercicio de pulcra objetividad, sino que está regido, como muchos otros aspectos humanos, por las emociones.
No me refiero a la estimación capciosa o estimación de albañil, que a priori se conoce que es imprecisa y se utiliza para proporcionar un chute de esperanza a los sufridores contratantes, sino a la estimación que se cree factible desde su concepción y que, casi siempre, es producto del estado de ánimo de quien estima.
Después de varios años de intermitente pero concienzuda observación he llegado a la conclusión de que, si usted hoy amaneció con buen pié, cuenta con una actitud positiva y recién termina de leer los siete hábitos de la gente altamente eficaz, terminará estimando exactamente tan mal, como si no hubiese pegado ojo en todo la noche, después de que su pareja lo hubiese abandonado el día anterior, y al despertar no le quedara ropa interior limpia, ni café en el botecito.
En cualquiera de esas condiciones y en un amplio espectro intermedio, somos incapaces de tomar en cuenta los factores que amenazan el cumplimiento de los objetivos en tiempos económicamente razonables.
Lo curioso es que el retraso casi siempre es producto de un retroceso y no de un avance más lento de lo previsto. Cuando algo se retrasa, suele ser porque hay que rehacer un pilar importante de lo proyectado, asombrosamente uno que, en su esencia, era una amenaza en forma de retraso y que desestimamos inexplicablemente.
Así las cosas, estimar se parece enormemente a una expectativa afectiva. La estimación (optimista) se usa como un mecanismo de aceptación social y de autoengaño colectivo y tal vez por ello, penalizamos la objetividad en favor de la ilusión de que algo estará hecho en menos tiempo, aunque a la postre, terminemos sufriendo las mismas calamidades de quien padece la aventura vital, de emprender reformas en casa, cuya duración estimada, no se cree ni el albañil.
Muyyy denso para mi el dia de hoy.
Unico comentario que me viene a la mente: La capacidad de estimar y ejecutar contra estimado que tiene el equipo de extreme makeover en los hogares de las felices familias seleccionadas: Eso de que te vuelvan añicos la casa y en 7 dias tienes casa, muebles y accesorios nuevos… es de Ripley!
Yo quisiera ganarme algo así ¿ y tu?
Mi acostumbrado abrazo y mi eterno recordatorio: Si no paso por aquí, no saques conclusiones: Recuerda que igual te quiero.
Palas A.
Me perdí ¿que es eso de extreme makeover?
Besos.
Oca.