Hola Peques:
Como habéis podido comprobar papá no es perfecto. Nadie lo es. Ni vosotras por mucho que yo lo diga. Pero de vez en cuando; muy de vez en cuando, acierto en las cosas que os digo. Ya no por sapiencia, sino porque he vivido más que vosotras.
Y allá van tres ejemplos:
(Música): Os dije, nada más escucharla, que la canción de las Flowers de Cyrus era un copia de una canción de Bruno Mars. Que no me acordaba del título, pero que esa melodía y letra no era, ni de lejos, original. Fui acusado de partizano nostálgico, pero allí está. Cierto como una casa con sus ventanitas, chimenea y arbolito de manzanas.
(F1, o como la vida misma): Cuando vimos las magistrales maniobras de Checo Pérez para retener a Hamilton (favoreciendo a Max ) en aquel último gran premio que terminó con Max como campeón del mundo, os dije. Cuando las tornas cambien, Max por nada del mundo le devolverá el favor a Checo. Temblaron las paredes del salón señalándome como odiador de Max (cosa falsa). Menos de un año después se dieron las circunstancias y, en efecto, Max no devolvió a Checo el favor, incluso cuando ya no tendía nada que peder o ganar, pues había revalidado el campeonato y Checo luchaba por el segundo lugar. En directo lo vistéis. Fue triste, pero tenía razón, porque los humanos son así, en especial los que van vertiginozamente por la vida.
(Política): En un nota de hace siete años os lo dejé escrito que no me gustaban los extremos, ni los de izqueirda ni los de derecha. Y precisamente sobre la primera os decía que no habían superado el estado de la revolución permanente, que “siempre se justifica -incluso cuando se escora hacia el autoritarismo- y se vende proba sólo por el hecho de no ser la derecha.” Y algunas cositas más. Probado está. No soy quien para deciros cómo obrar en el futuro, pues no sé cuál futuro os tocará; pero sí os puedo dar un consejito de base que lleva años en la especie. Tened miedo de los extremos y no dejéis que se implanten por vuestras acciones u omisiones en la vida política de vuestro país futuro. El miedo sirve para someternos, sí, pero también para ver los riesgos y mantenernos alertas.
Los tres ejemplos están entrelazados. Os dejo de deberes encontrar desemarañar la estopa.