El mejor indicador del clima organizacional de las empresa, es la calidad del papel higiénico destinado a los baños de sus empleados. No hay que buscar más. Siempre que visito por primera vez una empresa me fijo en este detalle, porque me facilita leer perfectamente la disposición al logro de sus empleados con respecto a los objetivos empresariales. Eso que los gurúes llaman alineamiento estratégico.
Creo haber descubierto incluso una correlación estadística entre la cantidad de bostezos por empleado/reunión y la textura y marcas de tan íntimo consumible. Parace una tontería, pero a mi entender, dice mucho del cuidado que las empresas prestan a sus empleados. Hay empresas rácanas, que sin miramientos piden el más barato y ruín de los papeles, esos transparentes y raquíticos que se usan con desconfianza. Precisamente el mismo sentimiento que se queda en el subconciente laboral y se refleja en la relación empresa-empleado.
Existen también aquéllas que huyen de las transparencias pero a costa de una textura lijosa que lacera las más nobles intenciones de cualquiera, afectando claramente, los índices de productividad. Incluso, no descarto alguna baja laboral producida por dichos papeles.
En periodos de crisis, las empresas recortan el presupuesto de comodidades innecesarias. Algunas hasta limitan el número de bolígrafos que dan a cada empleado. Ante estos síntomas, suelo huir: Una empresa cuya viabilidad económica depende del ahorro en el coste de los bolígrafos no es precisamente la panecea contra la precariedad laboral. Ahora, imagine usted, querido lector, lo que queda para otras áreas no productivas, como el aprovisionamieno del papel higiénico, ese aporte empresarial que llega a lo más íntimo de los empleados.
El próximo día fíjese bien – la soledad ineherente lo permite – y pregúntese si ese papel es una amenaza o una oportunidad.