Cuando le echo combustible a mi coche, lo hago fijándome en los litros y no en los euros. Ahora resulta que me lo tengo que hacer ver por un psiquiatra. Me han informado que es un comportamiento anómalo y que tendría que hacer como todo el mundo, es decir, medir la «cantidad» del repostaje en dinero y no en litros.
No lo podía creer, me negaba. Hasta que me demostraron que las máquinas expendedoras tenían unos botones para prefijar los montos en euros (en lugar de litros) que se quieren repostar redondeados en múltiplos de cinco.
Puede que tenga implicaciones históricas, pero a todas luces es ilógico utilizar como unidad de medida el precio cuando lo que el coche consume son litros… y además, ¡el precio del litro es variable! Es como ir al comprar el pan y decirle al dependiente: Buenas, me da ochenta y siete céntimos de pan. A ver con qué cara te mira.
Los ejemplos sobran: imagine usted si la gente comprarse arroz, carne, queso o leche, pidiéndolos por una cantidad de dinero en lugar de por las medidas que apliquen a cada caso, que para eso están. ¿Por qué no hacer lo mismo con el combustible? ¿En qué se diferencia?
Existen además otras condicionantes en la estimación. Si va usted a hacer una paella, debe estimar los kilos de arroz que necesitará para una determinada cantidad de comensales. Es absurdo pensar inicialmente en el precio. Lo mismo pasa con el repostaje de combustible: si necesita realizar un viaje de determinados kilómetros, debe repostar tantos litros como los necesarios dado el consumo medio de su coche (normalmente medido en litros cada cien kilómetros), no de los litros que pueda repostar con una cantidad de dinero dada.
Finalmente, repostando pensando el litros es más fácil percibir posibles errores o fraudes de las máquinas expendedoras, porque la capacidad del tanque del coche es finita y permite cotejar entre los litros servidos y los efectivamente detectados por el sensor del tanque.
¡Habrase visto!