Me gustan los trenes. Mas bien me encantan, en el sentido romántico de la palabra. Hace unos días volvía del trabajo en uno de ellos, como habitualmente lo hago, cuando de repente en medio del recorrido el tren se detuvo bruscamente, tanto que unas abuelitas que iban en el asiento contiguo invocaron asistencia celestial.
No sabíamos lo que había ocurrido y no recibíamos ningún mensaje del maquinista, pasaron unos minutos y ya el pasaje, que así nos llaman, comenzaba a impacientarse por la falta de información que explicara la prolongada detención, hasta que se escuchó por la megafonía interna un mensaje tan atentido como poco clarificador: “Atención señores viajeros, este tren se encuentra detenido por una incidencia en catenaria.”
Aunque entendí de qué se trataba, porque me gustan los trenes digo, la mayoría del pasaje se miraban las caras y bromeaban con lo criptico del mensaje. El murmullo fue interrumpido por un segundo mensaje que advertía que se prestara mucha atención porque iban a dar las instrucciones de evacuación, tras lo cual soltó: “Un convoy se alineará con nosotros, y sereis evacuados por la parte anterior de la segunda composición primero y la primera composición después” Igual de claro que el anterior, aunque esta vez fue muy curioso, porque hubo gente que atendiendo al mismo mensaje, comenzó a moverse unos hacia la parte trasera y otros a la delantera del vagón.
Lo cierto del caso, es que el maquinista, preso de su léxico habitual, fue incapaz de hacer que la gente se enterara de nada. Y esto no es un caso exclusivo de su profesión, hay otras que me gustan mucho como la de los taxistas que poseen radio de onda corta, que terninan llamando a sus clientes “73”, la de los abogados, que además lo hacen a propósito porque su trabajo es más de intérprete que de otra cosa y las de los militares que sustituyen un simple “si“, por el largo e incómodo “afirmativo”. De los profesionales de la informática no hablaré por no herir susceptibilidades. Lo cierto es que hay otros, los golpedos camioneros, que aunque caen en lo mismo, casi todo el mundo les entiende.
No importa a qué nivel, suele ser fácil reconocer la profesión de la gente por las palabras que utiliza. Creo que hay que intentar pensar más lo que se dice y hacer un esfuerzo por ponernos en los zapatos del otro para saber si nos entiende, que al final es lo que nos interesa. Con eso, nuestro maquinista pudo haber dicho, compadeciendose del anónimo pasaje: “Atención, este tren se encuentra detenido por falta de electricidad”… Está bien, lo diré más claro: que se rompió el cable continuo, «la catenaria», de donde el pantógrafo 😉 toma la corriente.
que cómico…
…
siempre he querido entender ese código ‘secreto’ de los taxistas