Me apuntan que los sociólogos han rebautizado a la Generación Y con el más comercial nombre de Los Millennials. A mí gustaban más las letras, porque daban la sensación de que en algún momento nos quedaríamos sin alfabeto latino y podríamos darle la oportunidad de marcar tendencia al cirílico. Además, ese nombre suena un poco a grupo musical de los sesenta, lo que no estaría acorde con los hábitos de su generación. Siempre me resultaron muy desconsideradas esas distinciones por cohortes demográficas basadas en años, porque hacían referencia a una homogeneidad mundial que realmente no existe. Hay generaciones en África que comparten más con la generación perdida de la Primera Guerra Mundial, que con los conectados chicos del primer mundo de hoy. Incluso, dentro de una misma generación no es lo mismo ser hombre que mujer; u homo que heterosexual.
Lo que resulta curioso es que los medios estén interpretando como novedad el cambio de hábitos que el apalancamiento tecnológico aporta a una generación, y humildemente, creo que no es atinado. Es obvia la influencia que la masificación de los vehículos a motor tuvo en los jóvenes de la Generación Silenciosa (los nacidos entre guerras), o cómo cambió el teléfono y la televisión los hábitos de los Baby boomers (los del 50 al 70). Lo realmente importante es la capacidad que tendrá cada generación para influir e intentar cambiar los mismos males de siempre1: La injustica, el hambre, la destrucción del planeta y la falta de libertad.
Mientras tanto, si a los hábitos nos referimos, hay un montón de cosas sabrosas que Los Millennials se perderán con respecto a su generación precedente, entre otras:
- La sensación de libertad que produce el no estar localizable. El salir por allí sin que nadie sepa qué estas experimentando, en qué garito te metes, qué estás comiendo o dónde estás meando.
- El meter una moneda en un teléfono público y marcar (porque lo recuerdas) el número de tu casa.
- Abrir tu primera cuenta bancaria con tu dinero, repasar los apuntes que te dejaban en la libreta, firmar un cheque o un váucher y contar dinero, sobre todo lo que te faltaba para darte los caprichos.
- Escribir a mano o leer algo enfocado en ello más de cinco minutos sin cambiar a otro tema. Estarse quieto. Tener un solo tab abierto en el navegador.
- Comer sin móviles en la mesa o permanecer en el cine con éste totalmente apagado.
- Ser dueño y señor de tu propio aburrimiento.
- Tener secretos.
Pero a efectos económicos, los que deben estar preocupados de su futuro son las empresas que viven de las tradiciones inter-generacionales, esas que han sobrevivido a pesar de los cambios de hábitos, porque su seguridad puede comenzar a tambalearse. Un indicio: Al parecer, el cincuenta por ciento de Los Millennials no se identifica con ninguna religión, así que intuyo que sus hijos, por ejemplo ¡no harán la primera comunión! Una catástrofe para los fabricantes de trajes de marineritos y de pequeñas princesas, adiós a los fotógrafos del evento y a los salones de celebración. Aunque, viéndolo bien, también tienen algo de culpa en este sector porque en décadas no se han actualizado. Hagan la prueba. Las fotos de la primera comunión de los adolescentes de hoy, se parecen sospechosamente a la de sus padres.
Bueno, ya he cumplido con mi deber generacional: Soltarle a los que continuarán la especie (eso espero) una sentencia rigurosa y compasiva que sólo le faltó empezar con un «Esas son tonterías, en mis tiempos…»
1: No quería escribir «de siempre» sino «trascendentes», porque si a ver vamos, las generaciones precedentes se han preocupado sólo parcial y aisladamente de algunos de estos temas. Pero siempre han estado allí aunque nadie los haya visto.