Siempre me he preguntado, por qué los libros no tienen un sistema de clasificación por edades, como las películas o los programas de televisión.
Creo que los libros lo necesitan aún más. A ver: Hay libros teóricamente dedicados a los niños que los adultos no deberían leer, por salud. Y otros, que aunque tratan temas adultos, no todos éstos pueden aprovechar, por simple incapacidad de comprensión. Quiero decir, la mayoría de edad legal, no es una medida adecuada para clasificar las lecturas, tiene que ver más con una mayoría de edad mental.
En muchos libros, me he topado con un muro infranqueable en la décima página, mientras que otros amigos, mayores que yo, los leen fluidamente, como Condorito. También pasa al contrario, – y eso tiene que ver con lo de las madurez mental – llegamos a cierta edad en la que podemos disfrutar mejor de las obras que, supuestamente, eran para niños y nos aburrían en su momento. Así le ha pasado a mi amigo cyberf.
También existen libros que sólo deben ser leídos, en determinadas etapas de la vida. Deberían incluirse notas como: “Para un mejor aprovechamiento, léase luego de ser padre.” O advertencias como, “A su propio riesgo, ciertos pasajes de esta obra pueden herir la susceptibilidad de algún lector”. Noten que ni los libros de contenido erótico o sexual tienen ninguna advertencia, a fin de prevenir a los incautos. En fin, los libros se venden sin récipe, y la dosis queda a juicio de un facultativo inexistente.
Así que, lo que lees depende mucho del azar y poco de la orientación. Dar con el libro o autor que te enganche, sigue un camino de descubrimiento tan imprevisible, como el que te lleva a hallar, jubilosamente, el escondrijo que oculta las revistas-prohibidas con tetonas en cueros, de tu hermano mayor.
(con falla de acentos)
El sistema de clasificacion deberia tener otras caracteristicas. Creo que el unico que ha sabido tocar este punto ha sido Enrique Javier Poncela, que por lo menos saco un pequeño libro que decia: «Para leer mientras sube el ascensor» Yo tarde algunos años en terminarlo puesto que los edificios en mi pais no son muy altos…pero en fin.
es verdad, así hay por montones algunos con hasta un poco contradictorios, como por ejemplo. Meditaciones rápidas.
…
Esa características es buena, la que toma en cuenta el lugar.
Saludos.
El único sistema de clasificación de temas de lectura que recuerdo de mi temprana adolescencia es el de mis tías maternas, a cuyo criterio, una jovencita no podía leer sino sus sanos y prescriptivos libros de texto escolares, o la inefable colección de Sissy, la emperatriz austríaca, y temas light por el estilo.
Todavía recuerdo la cara de espanto de una de ellas, cuando me pescó in fraganti leyendo a Curzio Malaparte a los doce años…
Lo curioso es que la prohibición y consecuente regaño, surtieron el efecto contrario, como es de esperar. No sólo conseguí de nuevo el libro ( «La piel») sino que terminé de leerlo buscando con determinación detectivesca qué era lo que me estaba vedado saber a tan tierna edad.
Quien haya leído ese, o cualquier otro libro cuyo tema gire en torno de la segunda guerra mundial y las atrocidades nazis en Europa, ya sabe de qué estamos hablando. Yo entendí perfectamente bien los alcances del horror de la guerra y de la naturaleza humana. Lo que nunca pude saber es porqué no podía saberlo…
Cosas absurdas de los adultos de todas las épocas, que creen que los niños somos frágiles o idiotas… Y conste que yo no soy una niña índigo, mi generación creo tiende más al VERDE … aunque algunos de nosotros nacimos ya maduros.
Palas
El problema es que ya no hay tias. Ni adultos interesados en orientar. Recuerdo que cuando era niño, veía un programa llamado «Señor Cine». Lo hacía junto a mis tios y tias, quienes se tomaban muy en serio aquello que decían antes de la película, que además no prohibía sino que recomendaba. Si mi memoría no me falla, era algo así: «Este programa está destinado a personas adultas, si va a ser presenciado por menores de edad, recomendamos su discusión y orientación por parte de padres o representantes. Resolución 1029.»
Discusión y orientación muchas veces consistía en que me tapara los ojos ante un beso muy apasionado, o en responder con mucha imaginación ante preguntas comprometidas. Y cero traumas. Pero por otro lado, si me molestaba el caso contrario, el que me obligaran a leer determinadas cosas, porque si. Por ejemplo, por esa razón JAMAS he podido leer nada que no sean artículos de prensa escritos por Vargas Llosa. Pero eran otros tiempos. Hoy las madres y padres cansados dejan a la televisión-niñera entretener a los niños, sin supervisar si los maltratan o no. Y de leer pues nada.
Otro tanto pasa con los adultos. Sobre todo cuando leer se convierte en una necesidad para ser «bien visto» y no para disfrutar. ¿que no has leído tal vaina? ¡oh! tarjeta amarilla. Deben existir advertencias puestas por el autor o las editoriales, para que el solitario lector se auto-oriente. Porque además, tampoco hay libreros ya.
Leyendo el comment me doy cuenta que estoy dormido, las ideas están un poco deshiladas, así que hasta mañana.
Saludos.