Suerte la que tenían los espaciotrastornados del siglo pasado. Cada dos por tres asistían al estreno de nuevas naves tripuladas: Mercury, Gemini, Apollo, Soyuz, Space Shuttle… Los de mi generación a duras penas vivimos las aventuras y desventuras de éste último; y desde entonces, cada día sumábamos menos esperanzas de volver a ver a NASA llevar a humanos a la órbita terrestre con medios propios. No es que la Soyuz no sea venerable, que lo es, y mucho, pero la competencia siempre es buena.
Le he dicho a mis hijas que más o menos a su edad pude ver por la tele, con mucha expectación, el primer lanzamiento del Columbia, y que la emoción que tengo ahora, con el estreno de la SpaceX Crew Dragon, es la misma. Una emoción infantil de neuronas espejo, en la que veo a dos experimentados astronautas (ambos tienen dos misiones previas en el Space Shuttle) arriesgarse a estrenar una nave con la convicción de que el show debe continuar.
Entre los cientos de telegramas que recibió la tripulación del Apollo 8, la primera en orbitar la Luna, hubo uno que hacía referencia a la excepcionalidad de una buena noticia entre lo convulso y triste que fue aquel año para la sociedad estadounidense. El remitente decía: Gracias Chicos, habéis salvado 1968. A este 2020 (además de una vacuna) le hace falta una muy buena noticia para no irnos de vacío. Esta puede ser una buena oportunidad.
Lo dicho. Mucha-Mucha mierda tripulación de la Demo-2 y espero que le pongáis un nombre muy bonito a la nave.
Actualización: el tiempo manda. Así que otro intento el sábado. Es lo tiene la ventana instantánea. Lo bueno es que se ha practicado una cancelación de despegue real.
Actualización 2: luego de un lanzamiento impecable, dos dias después de lo previsto me ha encantado escuchar la transmisión en la que habéis anunciado el nombre de la nave: Endeavour. Simplemente precioso. Un acierto, por el recuerdo al entrañable último transbordador, sustituto del Challenger, y que además puso fin a las misiones tripuladas hace nueve años y por todo lo que evoca la palabra. La sensación de que el show continúa.