La amplitud de la culpa


«La «culpa» es de la ciencia, que es soberbia y destructiva; de los políticos, que son ineptos y corruptos; de los ricos, que son codiciosos y explotadores; de los banqueros, que son avariciosos y especuladores; de los pobres, que forman muchedumbres improductivas; de los creyentes de la religión tal, que son unos fanáticos; de los partidarios de la ideología cual, que son unos descreídos; de los de la etnia tal, que son incapaces de progresar; de los de la nación cual, que son unos imperialistas abominables… Cada cual esgrime su «
teoría», que no le tranquiliza, pero le sirve para figurarse que existe la posibilidad de un mundo ordenado, por lo demás absolutamente irreal, en el que «si las cosas se hicieran como debieran» sería posible refugiarse a perpetuidad.»

                                              Paloma García Picazo1

1.En «El sistema mundial: perspectivas políticas y sociológicas» (2010) Capítulo VI. Supervivencia en el sistema mundial: Un mundo Irreversible.

 

¿Por qué la mamá de Marco se fue a Argentina?

La Gran Depresión o Depresión Larga que asoló a Europa a finales del XIX empujó a la señora Rossi a emigrar de su Génova natal. Su marido, el doctor Pietro Rossi, siempre me pareció un pusilánime. No sólo mandó a su mujer allende los mares a buscarse la vida para mandar dinero a casa, sino que cuando se quedó sin noticias de ella, mandó también a su hijo Marco a buscarla. ¡Habrase visto! Muy médico de los pobres sería, pero esas cosas no se hacen. Durante cincuenta y dos episodios el pobre muchacho mantuvo en un puño nuestros frágiles corazones infantiles, hasta que llega el final feliz. No recuerdo cuantas veces llegué a ver Marco en sus habituales emisiones veraniegas durante los ochentas, pero sí cómo iba descubriendo su lenguaje.

La forma de contar Marco fue toda una declaración de intenciones. No era simple Anime. Aquello era otra cosa. La puesta en escena, el movimiento de la cámara y la intencionalidad de los movimientos estaba planteada con una transparencia tal que hacía entender vívidamente el sentir de los personajes. Pero con sutiliza, sin que fuésemos conscientes. Creo que junto a Heidi, Marco representó el ejercicio de creación de estilo que permitió el surgimiento de dos portentos: Isao Takahata y Hayao Miyazaki. Ambos trabajaron en éstas series como director y responsable de escenografía respectivamente en los años setenta del siglo pasado. Años después, Isao Takahata crearía la joya que es La tumba de las Luciérnagas y no muy allá, el genio de Hayao Miyazaki, moldearía la laureada El viaje de Chihiro.

Sin embargo, yo seguía preguntándome en mi mente infantil, por qué la mamá de marco se había ido a Argentina y no a Venezuela. Una duda infantil, y por demás natural, en el contexto de la  propaganda patriótica a la que estábamos sometidos. Pero la explicación estaba en los números.

A finales del siglo XIX y principios del XX, Argentina tuvo un crecimiento medio del 10% del PIB. Su nivel de vida era prometedor incluso para las clases obreras, estaba más urbanizada que muchas ciudades europeas y su fuerza exportadora no tenía parangón en el mundo. Simplemente, era una potencia. Estaban tan ávidos de gente, que incluso subsidiaban los billetes de los inmigrante y garantizaban el alojamiento durante los primeros días. La señora Rossi tuvo que haberse aprovechado de todo aquello y seguramente pasó alguna que otra noche en el hoy monumento nacional Hotel de Inmigrantes del puerto de Buenos Aires.

Dadas las condiciones, qué carrizo iba a buscar la señora Rossi en un paisito pobre del sur del Caribe.

 

Obsolescencia prorrogada

No hay nada más obsoleto que los grandes proyectos de tecnología punta. Al finales del siglo pasado la NASA estuvo buscando “porai” piezas de repuesto para el Transbordador Espacial. Estaban detrás de un tipo de chip muy común en los ochentas que ya no se fabricaba. Y es lo que pasa. Cuando se abordan proyectos muy complejos y de larga duración hay un momento en el que tienes que congelar las piezas con las que tienes que trabajar, y eso implica detener el tiempo de la evolución tecnológica. Es también el caso de los satélites, en los que estás diez años con un desarrollo y cuando el perol finalmente llega a marte, por ejemplo, lo hace tecnología punta pero de hace quince años atrás.

Esto aplica también a “las formas de hacer” las cosas, la metodología y la técnica. Puedes pasarte tres años construyendo un algo con la técnica puntera y justo cuando terminas, el progreso te ha pasado por encima. Es intrínseco a las cosas que toman mucho tiempo para llevarse a cabo. Vale que hay cosas en las que una técnica antigua no la hace obsoleta, sino que le da valor. La gastronomía, por ejemplo. Un pan artesano suele valorarse más que uno precongelado; un Cocido a fuego lento saca mejor nota que un hecho en olla exprés (aunque no siempre).

Creo que todo tienen que ver con la velocidad del progreso. Probablemente nunca haya sido tan rápido en toda la historia de la humanidad. Hoy, una misma generación puede vivir varias disrupciones tecnológicas a lo largo de su vida y eso no era común. Normalmente son positivos, los tratamientos médicos, o el echar cloro en el agua y etc. Pero  ¿podríamos soportar niveles más altos de aceleración? ¿Podríamos abordar grandes proyectos o nos desanimaría saber que podríamos hacerlo mejor si… esperamos un poco?

Que poco me gusta dejar preguntas sin respuestas como recurso expresivo, pero hoy es lo que toca.