Hay gente que ha decidido qué ser de mayor después de un episodio de epifanía*. Y mientras más joven sucede, resulta más cercano a un ejercicio de libertad absoluta ya que no se piensa en estudiar algo para ganarse la vida, para ser alguien, sino porque encaja naturalmente contigo, porque te gusta. Así, sigue siendo saludable preguntarle a los niños qué quieren ser de mayor y exponerlos a cosas que hacen los mayores, para que vayan creando el hábito de imaginarse como tales. Que entiendan que ya no se estudia para ganarse la vida, sino para intentar ser feliz.
Es habitual que en este proceso se escuchen expresiones variopintas por parte de los mayores. A veces animan al esfuerzo, «pues entonces vas a tener que estudiar mucho» y otras reflejan desesperación «¡filosofía!, te vas a morir de hambre». Pero ocurre una cosa extraña con las ingenierías: Siempre se presuponen un tipo de personalidad cuadriculada, de certezas absolutas y capacidades innatas para las ciencias exactas. En mi caso no tenía ninguna de estas habilidades y también escuché algunas frases desalentadoras aunque respetuosas: «¿Estás seguro?»
Pasado el tiempo, creo que decidí estudiar una ingeniería, precisamente porque no la entendí en el contexto de los prejuicios asociados a ella, sino por todo lo contrario: Porque está llena de incertidumbre. Mas o menos en los términos expresados por Steve Wozniak.
A un ingeniero se le suele dar mejor que al resto de la gente aceptar que las cosas no son blancas o negras, porque sabes lo que es tener una intuición o una visión de algo que todavía no existe. Además, es capaz de encontrar soluciones intermedias entre dos extremos.
Puede sonar contraintuituvo, pero en casi todas las facetas de las ingenierías, la senda por la que se ejerce se parece mas a la mejor aproximación posible que a la perfección y creo que allí radica su atractivo. A veces lo bueno es mas dificil de alcanzar (y mas divertido) que lo perfecto.
———————————
* El mío, como el de muchos, fue aquella tarde soposora en la que vi Juegos de Guerra.