Somatizado

Me abracé al váter como si me estuviera asiendo a la vida. Vomité con una fuerza abominable, viendo estrellitas y rojeando el globo ocular cual cefalópodo. A Cristina no le gusta cuando bebo pues le protagonizo episodios de una fragilidad colibriana. Por eso me costó mucho convencerle que no había siquiera olido una gota de alcohol y que no sabía qué me pasaba.

Luego de tres días aciagos, con desmayos incluidos, el médico me halló consciente, bien hidratado y colaborador. Ajeno a un cuadro viral, descamaciones cutáneas o trastornos congénitos. Sólo me detectó una tos anciana, vértigo irónico y una curiosidad religiosa: un lunar en forma de querubín obeso en la periferia del sobaco izquierdo, que al flexionar un músculo, parecía mover simpáticamente las alas. Luego de repasarse los exámenes una y otra vez y auscultarme mi ansiedad sempiterna concluyó, con ese suspirito previo que aprenden a realizar todos los médicos en la facultad, que este servidor estaba simplemente somatizando los síntomas del embarazo de Cristina.

Los médicos, cuando uno está sano, son como las pitonisas de feria: Te hablan siempre del pasado, de lo que tu ya sabes, y eso, pues, para mi no tiene gracia. ¡Pero si he vivido desde que la conozco somatizando a mi Cris! No hacía falta que estuviera embarazada.

Creo que muy en el fondo todas las relaciones inmobiliarias terminan en la somatización de tu pareja. Me atrevería a decir que la más grande prueba de amor, después de la hipoteca, es somatizar al co-hipotecado: Estreñirte en sus depresiones, afiebrarte en sus euforias y constiparte frente a su indiferencia.

Sin embargo Cristina lo está llevando de otra manera. Las expectativas de la maternidad no han hecho mella en ella. Sigue desplazándose por una vida adecuadamente lubricada, toma su café descafeinado, desayuna sus tres tipos de cereales mezclados en proporciones iguales y sigue lavando a mano su ropa interior. Todo sigue igual, salvo por una curiosa costumbre recientemente adquirida y para la que juro por Dios no haber dado pié: Se trata de una incontrolable propensión a las caricias. No les puedo engañar, soy débil de tacto y me dejo, no vaya a ser que el niño me salga pusilánime. Aunque las recibo con desconfianza, ante la eventualidad de que me acostumbre y no sea más que un trastorno psíquico que Cristina esté somatizando con síntomas análogos a los de la ternura.

Vida inmobiliaria
Cristina se ha vuelto loca.
Cristina y el Porno (y Antonio).
Cristina ronca como un camionero
Pequeñas Tragedias Veraniegas III (Concepciones)

Efemérides II

Esto no es oficialmente una nota. Es sólo una cuenta que llevo en la imaginación para acordarme de cada vez que pasa un año-blog. El tiempo dedicado a escribir no puede medirse con el calendario, porque resulta, cuando menos, impreciso. Concretamente en mi caso, el paso del tiempo depende del tema que aborde, de lo que me cueste redondear una nota, de lo jodido que me pueda resultar hallar esa frase que desconozco, pero que reconoceré en cuanto la vea y, sobre todo, de esos períodos de sequía, que aunque a veces resulten una simple semana, pueden darme la sensación de meses.

Hay notas que salen de un tirón, a partir de una idea que se me presenta desnuda en la mañana. Otras, como las series de Cristina, pasan meses merodeando por allí, hasta que un buen día te la tienes que sacar de los dedos, porque producen en éstos el mismo efecto del algodón de azúcar.

Lo cierto es que sigo divirtiéndome mucho mientras escribo estas notas para nosotros. Ha sido un buen año. Escribir sigue siendo una necesidad personal y estas notas no poseen mayor pretensión que compartir las inquietudes que, por no hablar muy bien, prefiero poner por escrito.

Todo lo anterior era para que esta línea no quedara tan sola: Una vez más, gracias por pasar por aquí.

El Cartero.

Agujetas Emocionales

La primera vez que me emocioné al escuchar un himno nacional que no fuese el de mi país, corresponde a un veinticuatro de agosto de dos mil tres. Fernando Alonso estaba en el cajón central del podio, luego de una carrera impecable en el Circuito Hungaroring en Hungría: Su primer triunfo en Fórmula Uno.

Aunque hoy no hubo himno, me he vuelto a emocionar. Porque soy fácil de lágrima y proclive a la carne de gallina cuando el esfuerzo y la perseverancia se asocian con el éxito. Después de veintiún años de trayectoria deportiva El Nano ha hecho cima. Es el nuevo campeón mundial del más fabuloso de los deportes de estrategia, casi el único que combina todas las cualidades de los que requieren esfuerzo físico y trabajo en equipo, con las capacidades mentales del ser humano para crear e innovar a través de la más alta tecnología.

A veces pienso que la efímera fotografía y la celebración opacan el camino de todo triunfo, sobre todo en el ámbito deportivo. Por esa razón creo que no existe un Reality Show sobre deportistas, porque el esfuerzo y la búsqueda a pulso de la excelencia, por estos días, ya no vende. La rutina de entrenamientos, de intentarlo una y otra vez hasta dominar una técnica, resulta tremendamente aburrida.

Así, los que nos sentimos motivados por el “detrás de las cámaras” del triunfo nos terminamos convirtiendo en fanáticos, muchos más allá de simples espectadores.

Me he preguntado muchas veces de dónde viene esa rara necesidad de admirar a otros o de ser un entusiasta seguidor de los triunfos (y derrotas) ajenas. La respuesta que más me convence es que es un medio de la propia naturaleza para ejercitar emociones y experimentar, a través de unos cuantos elegidos, la euforia o la decepción en magnitudes usualmente vetadas para la mayoría.

Por eso, desde lo más profundo de mi corazón, Gracias Fernando por la oportunidad de ver, seguir y experimentar, a través de tu esfuerzo, un ejercicio sincero que me ha dejado con esa sensación de satisfacción que a veces llamo, agujetas emocionales.

¡Eres el más Grande!

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Agujeta: 8. f. pl. Molestias dolorosas que pueden sentirse en los músculos algún tiempo después de realizar un esfuerzo no habitual y reiterado.

Histórico sobre Fernando:
Gracias Fernando Alonso – 2003
Thanks Again! – 2004
Sobre la existencia de Dios y otros misterios – 2005