El estado de bienestar implantado en Europa luego de la segunda guerra mundial está resultando insostenible ya para algunos países. Paradójicamente por causas propiciadas por ese mismo modelo. Hace bastante que quería escribir sobre el tema, pero no hallaba la forma de ejemplificar claramente la idea principal que quería abordar, y era cómo las distintas idiosincrasias y la cultura política de los pueblos reaccionarían ante el amargo reto de renunciar a, esencialmente, la comodidad de la certidumbre.
Hace unos días, hojeando un especial sobre las elecciones Alemanas publicado en El País (España), encontré una clarificadora comparativa. En el primero de los extractos que reproduzco a continuación, figuran parte de las palabras empleadas por el presidente federal de Alemania, Horst Köhler, en el discurso ofrecido tras anunciar el llamado a elecciones anticipadas.
Nuestro país se encuentra ante ingentes tareas. Está en juego nuestro futuro y el de nuestros hijos. Millones de personas están en paro (sin empleo), algunas desde hace años. Los presupuestos del gobierno federal y de los estados federados se encuentran en una situación crítica como nunca antes. El ordenamiento federal vigente está superado. Tenemos muy pocos hijos y somos cada vez más viejos. Tenemos que consolidarnos a escala mundial frente a una fuerte competencia. En esta seria situación, nuestro país necesita un gobierno que pueda perseguir sus objetivos con insistencia y constancia.
Un mes después, Ralf Gustav Dahrendorf, un sociólogo de origen alemán, pero miembro de la Cámara de los Lores en el Reino Unido, parafraseaba el mismo discurso del presidente Alemán, partiendo del principio de que la crítica situación la presentase el Reino Unido.
Decía el hombre que Tony Blair prepararía un mensaje para la Reina, poco menos que así:
Nuestro país se enfrenta a ingentes tareas. Nuestro futuro y el de nuestros hijos están en nuestras manos. Las transformaciones del mundo laboral suponen un desafío a nuestra fantasía. El gobierno puede y ayudará a aquellos que no puedan ayudarse a sí mismos, pero no cargaremos a nuestros hijos con deudas para proporcionarnos a nosotros una vida cómoda.
Quedan más o menos ilustradas las reacciones sobre las que quería aburrirles un rato. Es que lo dicho, un discurso vale más que mil palabras.