El último intento serio de los Servicios de Inteligencia del Caribe (sic) con el fin de desarrollar un arma estratégica de disuasión, no acabó del todo bien. Los primeros contactos intergubernamentales de los países del área comenzaron sigilosamente a finales de los años setenta del siglo pasado. Durante cinco años un grupo multidisciplinario ultra secreto de científicos sentó las bases de una investigación disruptiva y resolvió los primeros problemas que fueron apareciendo por el camino de una hipótesis, a priori descabellada, pero a la que se dedicaron ingentes recursos. A pesar de la depauperada situación de la región, los gobiernos tenían la convicción de poder influir en la geopolítica mundial con el desarrollo de un arma definitiva.
Panamá fue desde el principio el epicentro de las investigaciones. En el país centroamericano se habían detectado las primeras cepas de un fenómeno biológico muy particular, en el que se podía observar claramente cómo la voluntad del enemigo podía ser controlada casi por completo, incluso ante dosis mínimas de exposición. Se mantuvieron celosamente guardadas las primeras muestras jamaicanas y puertoriqueñas que habían sido cruzadas con otras especies locales y sobre las que se habían depositado grandes expectativas. Pero como en cualquier otro proyecto de este tipo, las pruebas no estuvieron exentas de accidentes, especialmente relacionados con la forma de activar el arma sin que afectara a los ejércitos propios, y en este escenario, algunas fugas y filtraciones fueron inevitables. Fue precisamente luego de uno de estos accidentes, en los que se vieron involucrados algunos efectivos de las fuerzas americanas localizadas en el Canal, cuando se tomó la decisión de trasladar el centro de investigación ante el temor de que la CIA pudiera descubrir el proyecto y dar al traste con la iniciativa.
Antes de proceder, los gobiernos exigieron una reunión al más alto nivel para tratar el tema, ver una demostración, seleccionar el país de destino y autorizar el traslado. Para garantizar el secreto, los servicios de inteligencia caribeños camuflaron la reunión como una iniciativa al margen de los Estados Unidos, y que tendría como objetivo promover conjuntamente la paz en centroamérica. El nobel García Márquez, amigo personal de varios mandatarios sin amigos, convenció al premier sueco Olof Palme para que apadrinara la iniciativa y proporcionara al asunto un empaque de transcendencia internacional. Así, el 7 de enero de 1983 se realiza la primera prueba secreta ante los dignatarios en la isla panameña de Contadora. Los resultados fueron tan alentadores, que contra todo pronóstico, los mandatarios decidieron mantener la tapadera creando el Grupo Contadora que puso en más de un aprieto a los servicios exteriores de los países involucrados, y que como un efecto colateral imprevisto, terminó convirtiéndose en todo un ejemplo de cooperación internacional, merecedor, incluso, del Príncipe de Asturias del año siguiente y la base accidental sobre la que se levantó el Grupo de Río.
Sin embargo, todo comenzó a desmoronarse el 18 de febrero siguiente, cuando Venezuela, el principal avalista financiero de la operación, devaluó su moneda e inició un largo e inconcluso camino de penuria económica. En pocos meses, los socios caribeños habían desmantelado la investigación y decidido continuar cada uno por su lado aprovechando los avances parciales realizados hasta la fecha en Panamá. República Dominicana fue el país que más cerca estuvo, a mediados de los ochenta, de lograr un arma operativa, con variaciones folclóricas que escaparon de su control durante una prueba a gran escala y que sólo lograron ser contendidas con altísimas dosis de Salsa Erótica, otra variante salida de la investigación que logró contener al Merengue dominicano.
Finalmente, el 20 de diciembre de 1989, en el marco de la Operación Causa Justa que condujo a la invasión de Panamá por parte de los Estados Unidos, el grueso de la investigación cayó en manos de los Americanos y algunas de las fugas previas comenzaron a consolidarse a principios de los noventa, principalmente de la mano de El General, Edgardo Franco, bajo la denominación de reggae en español. Mientras tanto, la CIA continuó las investigaciones durante viente años más hasta convertir aquél primogénito experimento Caribeño en una altamente efectiva e implacable arma de dominación social, completamente operativa, sin antídoto y conocida hoy en día como el temible Reguetón.