Hay gente que no sabe qué hacer con sus manos, especialmente cuando le toca hablar en público. Suelen llevarlas a los bolsillos, cruzarlas a la altura del pecho o arriesgarse a ejecutar esa peligrosa maniobra —que tan bien dominan los políticos— de enfatizar juntando los dedos de ambas manos en un solo movimiento. No es fácil, inténtelo. Pasa algo similar en las reuniones de trabajo, pero en lugar de las manos, la gente no sabe qué hacer con la atención. Al parecer, está en desuso prestar atención en las reuniones mirando al interlocutor; resulta preferible pasar el rato tomando notas cual taquígrafo de lo que todo el mundo dice y piensa. No digo que tomar notas no sea una buena práctica, pero los antiguos reservaban semejante interrupción al acto de prestar atención sólo para poner por escrito algún breve comentario o recordatorio destacable y como apoyo a sus propias reflexiones.
Resulta conmovedor cómo hoy en día las mesas de las salas de reunión rebosan de portátiles (y móviles) de cuyas pantallas y teclados los asistentes no se despegan ni un minuto. Algunos dan la impresión de estar tomando notas, incluso cuando nadie habla, otros contestan correos, chatean, leen la prensa o atienden las redes sociales. Todo esto se ha convertido en la nueva norma de etiqueta de las reuniones, y así nos va. Al principio era un fenómeno que sólo se veía en las reuniones multitudinarias, esa inutilidad del management moderno; pero poco a poco ha penetrado hasta en las que se llevan a cabo en petit comité. Alguna vez han interpretado mi rebelde gesto de asistir sin portátil como una excentricidad equiparable a ir desnudo.
Desconozco las razones por las que hemos llegado a esto (aunque las intuya), pero es el tipo de cosas que sólo cambian desde arriba. Los eventos laborales deberían comenzar a incluir la coletilla de la etiqueta, como aquellas cenas en las que se exige traje formal. Cuando aparezca la primera reunión que indique la coletilla de asistir sin portátil y apagar los móviles, tal vez las reuniones serán más efectivas y sobre todo, sobre todo, sobre todo; duren menos, que viene a ser más o menos lo mismo.
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