Hablemos claro

Modo de empleo: Con la cabeza inclinada hacia atrás, separar hacia abajo el párpado inferior e instilar las gotas en el saco conjuntival mientras se dirige la mirada hacia arriba.

A veces pienso que debería regularse por ley la redacción del modo de empleo de los medicamentos. No todo el mundo tiene un diccionario a la mano.

Igualmente, me asombra la invitación a la desconfianza de algunos de estos productos. Es como si estuvieran redactados para evitar demandas judiciales, entrando en ridículas contradicciones. Siguiendo este mismo ejemplo cito:

Propiedades: Solución de uso ocular que calma y refresca los ojos.
Efectos secundarios: Ocasionalemente, irritación e inflamación de los ojos.

Eso.

Bestiario

Hoy les hablaré de un tema un poco más aburrido que los habituales: La perfección. Esa cualidad de perfecto, según el DRAE, que igual vale para un roto que para un descosido. Una percepción de las cosas que sirve tanto para hablar de un crimen redondo, que no deja huellas, como de un trabajo bien hecho, una obra muy bien lograda, o un perfecto idiota. La perfección suele verse como virtud cuando se alcanza y como defecto cuando se busca.

Lo que más me curiosea de la perfección son aquellos trastornos sicológicos que incluyen o se basan en la búsqueda incesante, ya no de lo suficiente, sino de lo perfecto, perdiendo de vista completamente las imperfecciones colaterales que se generan en el camino. La anorexia o la vigorexia son buenos ejemplo, el síndrome de Superwoman también, e incluso uno sobre el que leía hace unos días, el síndrome del ama de casa, “…un trastorno psicológico que padecen tres de cada cien mujeres: la afectada limpia y ordena una y otra vez para sentirse en paz, pero cualquier atisbo de suciedad o desorden la desequilibra.”(1)

Al parecer todos estos síndromes se desarrollan porque suministran respuestas placenteras a la víctima en algún momento de su evolución, pero la cosa rara es que se centren en algo tan antinatural para el humano como la perfección.

Me gusta definir la perfección, como creo que lo hace la mayoría de la gente, tomando en cuenta el contexto. Me gusta verla como un convenio del inconciente colectivo donde más que un atributo de las cosas, es una medida: el grado en el que cualquier mejora no representa una diferencia sustancial.

Antes que buscar la perfección, que como vemos es un camino muy tortuoso, prefiero toparme con ella, disfrutar cuando me la encuentro de casualidad por allí y dejar que me deslumbre. Los matemáticos de seguro se cruzan con ella todos los días y en general los que trabajan en áreas dominadas por las teorías. Pero existen otros lugares en los cuales, si se está atento, se le puede encontrar. En los cuentos por ejemplo.

Traigo a colación los cuentos porque, dada su limitada extensión, no tienen el colchón que otorga una novela u otros géneros generosos, para elaborar extensamente. El cuentista tiene que esforzarse por lograr la concreción, sin sacrificar la belleza narrativa. El buen cuento, debería ser simple, llanito. Al menos para mi gusto.

De este último tipo de perfección me gusta mucho uno plasmado en el cuento Casa tomada, del compendio de cuentos Bestiario, de Julio Cortázar. Es acerca de la introducción de un personaje, la parte de cualquier novela o cuento en el cual el escritor dedica un esfuerzo para perfilar a un protagonista, o secundario. En las novelas, este ejercicio puede llevar varias páginas, hasta que el escritor considera que ha transmitido al lector una idea aproximada del perfilado. En el cuento, Cortazar necesita introducir un personaje complejo y muy peculiar, que le hubiese requerido un cuento aparte. Sin embargo, logra la perfección (en mi humilde y poco calificada opinión) cuando resuelve el reto en menos de diez palabras, tan significativas y suficientes que le dicen a uno todo lo que necesita saber sobre el carácter del personaje, dice: Irene era una chica nacida para no molestar a nadie.

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Nota del cartero:
(1) Fuente: 20 minutos bajo licencia Creative Commons.

Yo trabajo en una línea erótica ¿y tú?

Cuando un hombre experimenta una erección tiene dificultades para hablar, oír o conducir y por eso no suele hablar mientras mantiene relaciones sexuales… Un hombre puede perder la concentración (y la erección) cuando una mujer le habla durante la copulación. En ese momento el hombre está utilizando el hemisferio cerebral derecho y los escáners cerebrales demuestran que está tan inmerso en la actividad, que está prácticamente sordo.

Tomado de Why men don’t listen & Women can’t read maps por Allan y Barbara Pease

Aparte de resaltar eso de la sordera erótica masculina, a mi lo que me causa mucha impresión, es lo difícil que debe ser hacer el amor mientras te hacen un scaner en el cerebro. ¡Todo sea por la ciencia! Bueno, si la cosa es como dice la cita que encabeza esta nota, que podría ser – porque estas personas han hecho un esfuerzo por plasmar de forma amena, un cúmulo de investigaciones al respecto – lo que no me explico es cómo el negocio de las líneas eróticas puede funcionar.

Es un tipo de estimulación auditiva, que teóricamente obstaculiza la consecución del placer en el hombre, pero sin embargo resulta altamente popular como vía para conseguirlo. Adicionalmente, representa una fuente de empleo relacionada con el entretenimiento sexual que se presenta, digamos, bastante aséptica: No hace falta ni preservativo ni jabón azul. Aunque hay que ser honestos: Si una chica le dice a su padre, como quien no quiere la cosa: Papá, conseguí trabajo en una línea erótica, lo más probable es que el hombre piense que su hija se ha metido a puta.

Pero los tiempos cambian y los empleos se desmitifican. Por eso me encanta este curioso aviso. Tan limpio, formalito, sonriente y sin tetas que busca gente como tú, para trabajar en una línea erótica.

Lo más pasmoso, es que ¡no exigen experiencia previa! y lo califican como un trabajo entretenido y sencillo. Bueno, ésto último puede ser, porque total, si el cliente no te está escuchando, ya puedes decir misa (con perdón). Además, ofrecen unos beneficios laborales (Seguridad Social, opción de media jornada, turnos a elegir) con los que ni siquiera sueñan las pobres prostitutas explotadas por las mafias, en un país como España, donde esta actividad está penalizada.

La única explicación que he encontrado a esta paradoja científica, se remonta a mediados de los ochenta. Diógenes, un amigo de la adolescencia y el rico del pueblo, acababa de regresar de un viaje a Estados Unidos que sus padres le habían regalado. Entre todas las aventuras fantásticas que contaba, nos habló de las líneas calientes. Luego de un relato pormenorizado del procedimiento (para las guarrerías los adolecentes son muy detallistas) se me ocurrió preguntarle. Pero Diógenes, ¿como carajo le entendías, si tu no hablas inglés? Eso no importa mi hermano, me dijo en actitud arrogante, lo importante no es lo que te dicen, sino cómo te lo dicen, pa’que así te las podáis imaginar.